Vidas impregnadas en alcohol y desesperanza (reseña)

No es ningún secreto que sienta particular devoción por esas historias impregnadas en alcohol, fruto de la desesperación de unos personajes protagonistas que se ven atrapados en un mundo en el que sienten que no encajan. Son historias llenas de desolación e incomprensión, de una búsqueda incesante por alcanzar la redención —si es que tal cosa es posible para ellos—, de pecados y pecadores, de carreteras sinuosas y paisajes en los que existe una extraña pero siempre cautivadora belleza. 

Son historias, también, de pensamientos tortuosos y en las que impera un afán de supervivencia sin parangón. Historias, muchas de ellas, en las que conocemos las vidas de aquellos que pueblan ciertos territorios de esa América profunda —el verdadero Estados Unidos—, hostil y un tanto descorazonadora, rural o salvaje —según se mire—, pero que resulta siempre estimulante. Esto es así gracias a algunas narraciones que te sacuden por su aparente sencillez y crudeza, relatos como los que uno encuentra en Kentucky seco, primera obra que publicó Chris Offutt y que el pasado año editó aquí en España Sajalín —que este 2020 ha publicado otro título de este autor norteamericano, Noche cerrada—.

Tuve ocasión de conocer la figura de Offutt gracias a esa magistral autobiografía —que es a su vez una especie de biografía al mismo tiempo— titulada Mi padre, el pornógrafo que nos llegó a manos del sello Malas Tierras. Si esta obra ya me provocó fuertes sensaciones, la colección de relatos de Kentucky seco me encogió por momentos el corazón. ¿El motivo? La dureza propia del territorio y de sus gentes, y esa visión un tanto inclemente de la vida, desoladora, sin esperanza... 

De forma austera, pero no exenta de un gran conocimiento de lo literario, Offutt nos presenta retazos de las vidas de ciertos personajes que habitan en ese rincón bañado en bourbon, esa zona casi inhóspita de la región de los Apalaches, y lo hace mediante unas imágenes visuales fuertes y directas, sin edulcorantes, como lo demuestra ese relato en el que un hombre pierde una pierna en un accidente de construcción y sus compañeros no saben qué hacer con la extremidad cercenada, o como el joven que juega al billar y anhela escapar de la lúgubre granja de cerdos que es su hogar y su hermana borracha, o esa extraña partida de póquer en una caseta que parece venirse abajo y en la que el frío, la vanidad y el alcohol son protagonistas.

Todas estas historias versan sobre la complejidad de las relaciones, sobre las tensiones que pueden producirse, sobre el pecado y sobre la simpleza de una vida que en realidad es todo lo contrario.  Historias sin condescendencia, sin fuegos de artificio. Historias de tragedias reales y extrañezas indecibles que transmiten una sensación de congoja, aunque no por ello rehuimos de su lectura, más bien todo lo contrario, nos dejamos atrapar por ese aire que parece viciado. Sin duda, Chris Offutt es uno de los grandes autores a la hora de capturar la esencia de esos territorios en los que cualquier mínimo gesto o detalle pueden suponer una condena o derrota. 

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