Narraciones perturbadoras, singular mitología del terror (reseña)

Hay un mundo oculto que se vacía a sí mismo y que está sumido en una profunda oscuridad. Es un mundo de terrores y espíritus malignos, de sangre, donde lo grotesco y lo abyecto campan a sus anchas; un mundo que nos fascina, quizá porque aquello que nos perturba posee las claves para acceder a esa otra realidad donde lo fantasmagórico se alía con lo mágico.

Nadie puede explicar exactamente qué ocurre dentro de nosotros cuando se abren de golpe las puertas tras las que se esconde lo atroz. Uno sospecha la existencia de cierta locura perversa que obliga a cometer actos terribles, si bien para algunos es el espanto y lo repugnante lo que da sentido a su propia existencia. Pero, ¿qué es lo verdaderamente atroz y repugnante? ¿Cuál es y dónde está la línea que define el bien y el mal, lo festivo de lo macabro? ¿Y por qué el horror representado en esa atmósfera fantástica sigue cautivando y provocando? La literatura puede ofrecer algunas respuestas a esas preguntas porque en ella hay espacio para presentar y afrontar los miedos y perversiones que nos afligen y nos definen, para cuestionar nuestra propia moral.

Tras leer el conjunto de relatos Las voladoras (Páginas de Espuma), uno diría que Mónica Ojeda es una especie de canal por el que discurren ciertas obsesiones que todos podemos padecer o sufrir hasta provocar una angustia inaudita. Es más, cada uno de los textos de este libro se lee con aprensión pero, de forma sorprendente, con una atención y concentración superlativa sobre la página. Uno no quiere perderse nada, quiere entender todo ese caos, ser capaz de ahondar en esa cosmogonía del terror que teje con destreza la autora ecuatoriana. Dicho de otro modo, nadie escapa de su red de telaraña porque no puede, porque así lo desea. Y soy consciente de que algunos pasajes pueden llegar a ser demasiado inquietantes, pero no por ello abandonamos su lectura, más bien al contrario, queremos seguir cavando una fosa aún mayor que nos permita ver el origen del mal, de la locura, de la sangre que inunda todo.

Ojeda nos habla en estos relatos de unas extrañas criaturas que se suben por los tejados, que enloquecen o nos enloquecen, de una chica que siente una fascinación enfermiza por la sangre, de una mujer que recoge la cabeza de su vecina adolescente de su jardín, de un grupo de mujeres que sienten envidias y pregonan prejuicios desde lo alto de una montaña por la que se lanzan al vacío, de otra chica que vive por y para la dentadura de su padre muerto, de un hombre que intenta resucitar a su hija a través de un conjuro creyéndose un chamán... Existe aquí, en todo ello, una nueva mitología pagana generada por las subyugantes fantasías de una escritora que demuestra poseer un mundo onírico propio que, aunque perturbador, es rico y seductor. 

Poco más que añadir sobre la demostración de una escritora que sabe explotar al máximo la imaginación, que se atreve a ir más allá, explorando ese horror en el cual, pese a lo que muchos puedan pensar, existe una extraña belleza porque siempre hay lugar para la ternura y el amor.

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