Walter Benjamin y Ezra Pound, ideólogos del siglo XX (reseña)

La escritura como salvación, pero también como herencia o legado, como una especie de búsqueda para sobrevivir al tiempo, a la propia vida. La escritura como consuelo, como un mar de ideas y pensamientos. Al pensar en Walter Benjamin, en su trabajo y su dramático final, uno no puede evitar sentir cierta compasión. Fue, como muchos otros antes que él y miles y miles de personas aún hoy, un apátrida, un ser errante que no logró encontrar su lugar en el mundo. Cuando lo hizo, poco le duró el entusiasmo, la felicidad. Así, estuvo condenado a vagar, a huir, a sobrevivir hasta que el miedo a ser censurado, encarcelado y, quién sabe si sacrificado, le ganó la partida tomando la decisión de abandonar este mundo por decisión propia, no sin sufrimiento y pesar.

El destino trágico de Walter Benjamin fue el destino de millones de judíos en la II Guerra Mundial, si bien esa sensación de ser un marginal o incomprendido el pensador alemán parecía haberla interiorizado ya de muy joven. Podría decirse que Benjamin encarna una especie de héroe romántico, desdichado, alguien que anhela alcanzar la gloria pero se ve abocado al sufrimiento, a esa muerte que él invocó en la localidad catalana de Portbou y que Frédéric Pajak rememora en la tercera entrega de su ya célebre Manifiesto Incierto que la editorial madrileña errata naturae publica con traducción de Regina López Muñoz y que lleva por título «La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound».

Si en las anteriores entregas Benjamin y su devenir es el gran protagonista, Pajak ha ido tejiendo a su alrededor una especie de red en la que habla de las grandes ideologías del siglo XX, acercándose a su vez a algunos de los movimientos artísticos e intelectuales más relevantes y a algunas de sus figuras clave —es el caso, por ejemplo, de André Breton en el segundo de los títulos de Manifiesto Incierto—. Así, y en contraposición a la figura de Benjamin, en esta entrega nos sumergimos al mismo tiempo en la personalidad de uno de los poetas más importantes de la pasada centuria y, también, uno de los más controvertidos por su temperamento e ideas políticas, como fue el norteamericano Ezra Pound, quien encarna asimismo esa figura del apátrida o ser errante, aunque en su caso ese exilio es por iniciativa suya. En este sentido, Pound hace de contrapunto de Benjamin, con sus ideas claramente fascistas, su antisemitismo y espíritu un tanto perturbado —ideas y actitudes que, por otra parte, no le restan valor a su magna y excelsa obra poética—.

Una vez más, ese estilo que Pajak ha hecho propio, claramente reconocible, vuelve a dejarnos sorprendidos por su capacidad para ahondar en las vidas de personajes que de un modo u otro han determinado el pensamiento del presente. Esa mezcla de diario personal con las anotaciones de lecturas, curiosidades y fragmentos claramente biográficos, junto a esos dibujos en un blanco y negro regio, no hacen sino invitarnos a  volver a un pasado muy reciente todavía para leer con nuestros propios ojos quiénes hemos sido y quiénes somos. Una experiencia maravillosa. 

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