El politólogo del choque cultural (artículo de prensa)

Samuel P. Huntington visto por David Levine

“Occidente conquistó el mundo, no por la superioridad de sus ideas, valores o religión (a los que se convirtieron pocos miembros de las otras civilizaciones), sino más bien por la superioridad en la aplicación de la violencia organizada. Los occidentales a menudo olvidan este hecho; los no occidentales, nunca”, reflejaba Samuel P. Huntington en uno de tantos apartados que comprende su célebre obra El choque de las civilizaciones. Y la reconfiguración del orden mundial. En Nochebuena de 2008 murió el autor de este controvertido texto. Samuel P. Huntington ha sido uno de los pensadores más discutidos y demonizados de los últimos años. Su osadía de explicar las diferencias del mundo como resultado de aquello que él mismo definió como “choque de civilizaciones” lo convirtió en un firme candidato a la hoguera para muchos medios e intelectuales.
A lo largo de los siglos se han conformado expresiones, términos y conceptos como el de civilización, occidente, oriente, tercer mundo, primer mundo, y un larguísimo etcétera. Y hay que tener cuidado. Para un servidor es de gran importancia matizar y tener claros los términos a utilizar en estos casos, ya que muchos de ellos han sucumbido a la degradacíon pública, al insulto e, incluso, al terrorismo. Leí hace un tiempo un artículo del profesor universitario Javier Arce titulado La Atenea Negra, en la que el autor se hace eco de uno de los problemas –sino el más grave, uno de los más importantes–, que tenemos los europeos, como es el egocentrismo. Así, Arce hace latente la visión preponderante de la mayoría de los pensamientos filosóficos y culturales de Europa y ese llamado Occidente –del que habla Huntington–, que es la visión pameneidea: “El ser es uno, continuo y eterno”. ¡Doy las gracias a Nietzsche por cambiar eso! Gracias a él, un filósofo sospechoso, recuperamos otra visión más acorde, quizás, y más justa que la anterior como es la visión heraclitiana: “Todo cambia, nada permanece”. Por tanto, diversidad de perspectivas y múltiples interpretaciones. No existe una sola historia occidental.



Hay un sinfín de historias y pensamientos que indagar, que estudiar. Sin embargo, esto no supone una extinción de la ya famosa “nuestra civilización”. Es aquí, cuando viene un excéntrico y polémico Samuel P. Huntington, hablando sobre choques, posibles ataques y atentados, exterminios y demás. Algo que asustó en el momento de la publicación de esta obra cumbre del pensamiento actual.
Recuerdo los debates que suscitó en mí la lectura de El choque de las civilizaciones. En algunos momentos, el propio Huntington me sorprendía con fragmentos como este: “la gente se define desde el punto de vista de la genealogía, la religión, la lengua, la historia, los valores, costumbres e instituciones. Se identifican con grupos culturales, tribus, grupos étnicos, comunidades religiosas, naciones, y en el nivel más alto, civilizaciones”. Hasta aquí, no tengo objeción alguna. Pero sigamos: “La gente usa la política no solo para promover sus intereses, sino también para definir su identidad. Sabemos quiénes somos cuando sabemos quiénes no somos, y con frecuencia solo cuando sabemos contra quiénes estamos”. Hete aquí el punto que tanto revuelo provocó, al plantear los conflictos interreligiosos como prácticamente inevitables y por la dificultad para encajar algunas realidades en su esquema de civilizaciones. La idea, avanzada por el propio autor tres años antes de la publicación del libro en un artículo de la revista Foreign Affairs, consiste en señalar que la Tierra está poblada por unas pocas civilizaciones –occidental, latinoamericana, ortodoxa, africana, musulmana, sínica, budista y japonesa– que se corresponden a grandes rasgos con las principales religiones, y que se pelean entre sí. Con ese concepto, Huntington pretendía explicar los cambios sucedidos en el mundo tras la caída del muro de Berlín en 1989, que suponía también, siguiendo al autor, el final de un época marcada por los enfrentamientos ideológicos entre bloques. Desde mi particular visión Huntington creó, sin quererlo, un gran impacto.

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