Aquellos rostros de metal inacabados (artículo de prensa)

El despertar de un sueño, obra de Manuel Martí

El mundo del arte te depara, en ocasiones, sorpresas más que agradables. Muchas veces creemos que lo hemos visto todo, que ya no existe originalidad. Normalmente, nos equivocamos al pensar en ello. Para no dejar de sorprenderme visito ferias como ARCO. Allí sé que veré algunas de las manifestaciones y propuestas más transgresoras de la actualidad. Del mismo modo, espero con ansias cada nueva exposición del Espai d’Art Contemporani de Castelló, ya que siempre logran proyectos que distan mucho de lo puramente convencional. También sucede lo mismo según qué galerías y autores. Cuando vi una de las obras de Manuel Martí, lo primero que pensé fue: “¿cómo es posible?”. Sus esculturas, y está mal que yo lo diga --ya que se supone debo ser objetivo--, son increíbles.
El arte escultórico de Martí me recuerda, salvando las distancias, a aquellas esculturas de Jaume Plensa, uno de los artistas plásticos más importantes del momento en nuestro país. Plensa crea figuras humanas a partir de la unión de letras y números. Son, sintetizando mucho su obra, un mosaico, una sopa de letras personificada. Sus obras llaman la atención por lo característico de su composición. En el caso de Manuel Martí, en lugar de letras y números, diminutas arandelas de metal conforman la estructura de cada escultura. Así, vemos piezas rígidas, quizá algo frías por el metal que las sustenta, pero que muestran una fragilidad notoria al estar inacabadas. Esa sería, sin duda, otra de las grandes características que definen la escultura de Manuel Martí. Las obras muestran los rostros de personas anónimas cuyas expresiones nos dejan con una cierta desazón. ¿Padecen sufrimiento? ¿Reflexionan sobre algo? ¿Sonríen? Me temo que existen cientos de interpretaciones causadas por ese estado fragmentario de las mismas.
En definitiva, si tuviera que destacar algo de la obra que presentará a partir del 7 de abril en Castalia Iuris el artista valenciano es el fragmento. Al igual que hiciera Rodin en su época, y como él muchos otros, las piezas de Martí son eso, fragmentos de esculturas inacabados. Es difícil explicarlo, pero acaso esa escultura, inacabada y fragmentaria, sea consecuencia de la dificultad de imponer un sentido unitario y ordenado a la obra. No lo sé. Lo que sí sé es que a nivel estético gustan, y mucho. Es prácticamente imposible no detenerse a mirar cada una de las obras. Ese estado en aparente descomposición te atrae.
Incorporar lo inacabado a la obra artística resulta atractivo porque crea muchas incógnitas. Dicho de otro modo, te invita a reflexionar sobre la vida misma y su finitud. Dejarse llevar por el arte de Martí, vale la pena.

Comentarios

Esther ha dicho que…
Ampliando la foto impresiona bastante. Me gusta ese toque existencialista.

Un beso.

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