El cinismo como un arma para reformar (reseña literaria)
Cinismo: desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables; impudencia, obscenidad descarada. Esa es la definición que ofrece la Real Academia Española de la Lengua. A mi me gusta mucho más aquella que nos ofrece Ambrose Bierce o, mejor dicho, la que podemos extraer de sus textos: “una forma punzante de verdad”.
El escritor norteamericano ha sido descrito como una persona ácida, amarga, sádica, pesimista, rebelde... También se le puede tildar de aventurero, lúcido o realista. Yo reconozco que tras la lectura de La mirada cínica, que ha publicado la editorial Sequitur, la figura de Ambrose Bierce me despierta más simpatía que otra cosa. El libro está formado por una serie de pequeñas reflexiones, frases y pensamientos que publicó en vida. La mayoría son completamente desconocidas en castellano. Así, el lector puede adentrarse en la versión al español de las obras originales que publicó como ‘Epigramas de un cínico’, ‘Telarañas de un cráneo vacío’, ‘Inmortalidad’, ‘El derecho a trabajar’ o ‘Un mundo loco’.
A medida que avanzaba en mi lectura, veía e identificaba algunos rasgos de otro gran autor y pensador del siglo XIX que tuvo en el pesimismo su máxima doctrina, Arthur Schopenhaur. Asimismo, la figura de Friedich Nietzsche está muy presente. Ciertamente, Bierce escribe con cierto nihilismo cada uno de estos “extraños” consejos. “De las dos modalidades que exsiten de locura temporal, una termina en suicidio y la otra en boda”. Uno puede llegar a pensar que el norteamericano decimonónico odiaba a toda la humanidad con semejantes comentarios. Sin embargo, es un craso error pensar eso. Al igual que Schopenhauer, creo que Bierce hace uso del cinismo, de esa terrorífica verdad, para despertarnos, para darnos un toque de atención, para no bajar la guardia y prosperar. Digamos que es un idealista contrariado. Como dice Miguel Catalán en la introducción de esta menuda obra, “no es que odie a la humanidad, sino que ama una idea tan alta de ella que, al mínimo contacto con la experiencia, cae del pedestal para quebrarse en mil pedazos”. Aunque fuera, como según dicen fue, un egocéntrico y dipsómano, además de camorrista y altanero, Ambrose Bierce destila lucidez por los cuatro costados. En cierto modo, Bierce quiso, mediante la sátira de la hipocresía y la mentira, reformar a sus contemporáneos. Fue un hombre idealista hasta la médula.
Comentarios
Para mi gusto el cinismo es sano y recomendable en muchas ocasiones hay que utilizarlo para seguir sintiéndose protegido.
Muchos besos.
Más besos para ti.