Entrevista a... Manuel Gutiérrez Aragón


Manuel Gutiérrez Aragón. Fotografía de Paco Poyato

Hace un sol radiante. Es uno de esos días que invitan al optimismo, que te hacen sentir inexpugnable ante cualquier contratiempo. Camino hacia el Espai d’Art Contemporani de Castelló para encontrarme con Manuel Gutiérrez Aragón. No hay duda, es un día espléndido.
Imagino que sobran las presentaciones. No obstante, nunca está de más recordar que Gutiérrez Aragón es uno de los cineastas más importantes en la historia del cine español. Tras dedicarse en cuerpo y alma al mundo del celuloide durante cuatro décadas  y haber participado en más de veinte filmes, ha obtenido todo tipo de reconocimientos. Es, como muchos aciertan en decir, “una pieza clave a la hora de entender un periodo fundamental de la historia de nuestro cine”. 
Gutiérrez Aragón ha impartido a lo largo de esta semana un taller en el EACC para analizar aquellos aspectos creativos que han configurado su modo de entender tanto el cine como la literatura. Poder hablar con él, cara a cara, era una oferta demasiado tentadora como para perdérsela. 

Pregunta: “Una voz propia en el siempre dificultoso panorama cinematográfico español”. 
Manuel Gutiérrez Aragón: Ya sé que recibir ese trato es una cosa de la edad. Mi generación pertenece al cine clásico y creo que nos tocó una época buena, pese a que muchos suelen pensar lo contrario. Era la época de la Transición, donde todo era posible, donde la gente se interesó por la cultura, el cine. De alguna manera, los españoles se reconciliaron consigo mismos, se creyeron que iban a ser buenos, justos, éticos, felices... Yo agradezco haber vivido y tener la ocasión de hacer cine en ese momento tan interesante. 
Ahora, más que pensar en mí, pienso en la dificultad que tiene la gente joven para hacer cine. Eso me ha llevado a impartir cursos. No sé porqué. Quizá para estar más cerca de aquellos que empiezan.

P: Fijándonos en la iconografía, los relatos y la estética, ¿podríamos habler de un cine típicamente español, un sello o marca?
M. G. A.: El cine cada vez se hace más global. Las diferencias se borran. Sin embargo, durante un tiempo sí ha habido un “cine español”, sobre todo por los actores, que han sido siempre los más identificados por la gente, aunque no siempre para bien. Por ejemplo, el “landismo” era un tipo de cine muy representativo. Hoy existen territorios universales en el cine, donde no hay fronteras. Un exponente sería el cine de terror. Todo el mundo se asusta del mismo modo. 
Reconozco que a mí me gustaba la época cuando veías un filme soviético y tenía un estilo determinado, o una cinta francesa.

P: Tras la última gala de los Goya, muchos de los actores fueron duramente criticados por ciertos medios de comunicación por decir, simple y llanamente, lo que piensan.
M. G. A.: Pienso que los actores siempre han criticado al poder. Nada sería más triste que un cine domesticado, con unos actores que repiten como un eco las consignas de los gobiernos. Eso sería horrible, la negación misma del cine. Lo único que sucede es que el cine es un oscuro objeto de deseo, porque a nadie le deja indiferente. Siempre se le critica porque llega a un mayor número de público.

P: En el taller que ha impartido en el EACC, ¿cuáles son los puntos que ha tratado?
M. G. A.: Principalmente, la base del cine. Luego ya uno puede interesarse por el cine que quiera, más de vanguardia, arriesgado... Pero siempre es necesario volver a la base del oficio, que no es otra cosa que la manera de narrar. 
El cerebro se alimenta de narraciones. Así, hagas el cine que hagas, al final siempre debes tener en cuenta esas bases narrativas. 



P: En una ocasión dijo que “nunca dejas de ser un director de cine, las películas me persiguen”. 
M. G. A.: Ahora que me dedico a la literatura, a escribir novelas, no cabe duda que hay personas que inciden en tu condición de haber sido director de cine. Es como los ricos. Un rico puede ser un ex rico, pero no pobre. Yo nunca podré dejar de ser director de cine, seré un ex director de cine o un director de cine reconvertido a novelista... Con esto no puedo ni quiero renegar de haberme dedicado al cine. 

P: ¿Y por qué lo dejó?
M. G. A.: Si decidí abandonar el cine fue porque pensé que antes de que me obligaran a hacer las películas que no quiero hacer, era mejor dejarlo. Mis colegas no lo entendieron muy bien. Fue una decisión personal muy dura que medité durante mucho tiempo. No obstante, llega un momento que resulta muy difícil seguir haciendo el cine que te gusta, porque también el público ha cambiado, las maneras de producción, etc. Además, ahora casi todas las cosas por las que me gustaba hacer cine han desaparecido.

P: ¿Cómo cuáles?
M. G. A.: Poder hacer un cine crítico-social y que, al mismo tiempo, incidiera en la estética y la belleza, ese cine característico de Italia, de Antonioni y Visconti. Un cine libre, en definitiva. Ahora el peso del audiovisual ha pasado a las series de televisión.

P: Un nuevo fenómeno...
M. G. A.: Cierto. Y es curioso ver cómo la figura de mayor importancia en las series radica en los creadores, no en el director. El concepto de autoría ha cambiado por completo. En cierta manera, eso ha permitido que el guionista sea más visible. De hecho, muchos de los guionistas se han convertido también en los productores de su serie.

P: Usted también es guionista...
M. G. A.: Hay que recalcar que la parte más importante de una película es el guión. En él está la semilla de toda la película y si hay un autor en esto es el guionista. El director le pone los tonos, la personalidad, pero el autor con mayúsculas es el guionista, y eso que casi siempre han sido invisibles o les han dicho lo importantes que son pero siempre han estado mal pagados. Pero, ahora, ha habido una revancha, una especie de justicia poética. Digamos que son los auténticos dueños del producto que escriben.  

P: ¿Y los actores?
M. G. A.: Los actores vienen después. Aunque ahora los echo mucho de menos, algo que nunca imaginé.

P: ¿Qué afronta con mayor dificultad, el comienzo de producción de una película o el acto de enfrentarse al papel en blanco para escribir una novela?
M. G. A.: Mi experiencia de guionista me permite tener más controlado ese escollo del papel en blanco, que siempre es terrible. El cine cada vez se va constriñendo, no solo por los presupuestos, que también, sino que ahora pasan por muchos filtros, desde una subvención del estado a una operadora de televisión, que son filtran más que la censura de antes. En este sentido, la novela me da mucha mayor libertad. 

P: ¿Algún sueño por cumplir?
M. G. A.: Soy muy práctico. No guardo ningún guión en un cajón. 

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