Historietas extrañas, breves, accidentadas (reseña literaria)


"Me preguntó qué significaba para mí escribir, y yo tomé un trago de cerveza y luego me metí el cigarro a la boca y aspiré profundo y, soltando todo el humo con mis palabras, le contesté que escribir es morirse un poco". Cuando uno lee extractos como este, el corazón le da un vuelco, se le encoge, suspira. Eso es literatura.
Hacía ya tiempo que buscaba la oportunidad de leer --y releer con gusto momentos después-- a Eduardo Halfon. La prosa del escritor guatemalteco es directa, sin rodeos pero de gran belleza, sútil e imaginativa. Quizá su declinación por el cuento sea la causa. Dicho de otro modo, Halfon se centra en la esencia misma de una historia, dejando a un lado esa necesidad imperiosa de muchos escritores por llenar páginas al precio que sea. 
"La literatura está hecha de historias banales. La mayoría de historias son o parecen ser inocuas o pequeñas, y entre más pequeñas parecen más grandes son", dice el propio Halfon. Y así es, y así lo demuestra en libros como Elocuencias de un tartamudo (Pre-Textos), donde uno se encuentra con veinte pequeños relatos, "acercamientos breves y accidentados" a la vida de unos personajes reales a los que decidió inmortalizar de algún modo. 
Al parecer, el autor de El boxeador polaco y El ángel literario, tuvo la idea de contar la historia de otros, ficcionar la realidad misma, porque, ya se sabe, “en los detalles está la vida”. Así, como si se tratara de un reportero, durante aproximadamente un año, y en diversos puntos geográficos --desde Guatemala a La Habana, pasando por La rioja o Ginebra--, Halfon grabó sin ser descubierto conversaciones con personas de a pie, gente sencilla con un pasado, un presente y un futuro. Todas elocuentes, sinceras, sin artificios.  
Elocuencias de un tartamudo surgió como un proyecto de colaboración para un periódico pero la magia de algunos de sus breves relatos poseen tanta fuerza, que era prácticamente imposible no reunirlos en un libro. Gracias a eso, podemos saborear esas historietas extrañas, casi anecdóticas. "Hay algo muy misterioso en ellas", incide Halfon. Cierto es. 
Desde A veces Micaela a Morirse un poco --primera y última historia de esta antología-- uno no deja de pensar en esas personas anónimas que gracias a la pluma de Halfon han dejado de serlo. 

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