La obsesión de una amistad sin fronteras (reseña literaria)

A veces ocurren estas cosas. No sabes cómo, ni tienes la certeza de si algún día podrás responder a un porqué. En una o dos ocasiones creíste oír hablar a un par de extraños sobre ello. En esa conversación surgían términos tales como afinidad, atracción, conexión... Tú, en tu ingenuidad suprema, nunca supiste o no quisiste entender nada de ese diálogo, te era ajeno. Y, sin embargo, no dejaba de revolotear por tu mente. Cada palabra te sonaba hueca, insustancial. Y, sin embargo, llega el día en que todo parece cobrar sentido, o mejor dicho, el día en que lees algo de alguien y te dices a ti mismo: "este tipo me gusta, este tipo es bueno". Como decía, a veces ocurren estas cosas, como el hecho de que la narrativa de Eduardo Halfon sea adictiva.
La pirueta (Pre-Textos) más que un relato es una búsqueda, de un yo interior, de un sentido, de un sueño, de una identidad, de un anhelo, de una obsesión. El escritor guatemalteco crea una historia un tanto extraña en la que un escritor guatemalteco --¿el propio Halfon?-- conoce a un misterioso pianista serbio de nombre Milan Rakic. Durante un breve encuentro entre ambos personajes, acompañados por la sexual novia del "escribiente", se crea un vínculo, un intercambio de confidencias en las que parecen descubrir sus cartas, desnudarse el uno al otro para intentar ahondar en la eterna pregunta: ¿quiénes somos? Amantes del jazz, de la improvisación, soñadores como el que escribe estas mismas palabras, ambos se unen de un modo que va más allá del tiempo y la memoria; aunque, eso sí, será el escritor el que decida, tras la desaparición meditada del pianista, ir en su busca hasta las tierras de la antigua Yugoslavia, donde será testigo directo de una forma totalmente distinta de entender la propia vida, entrañable por momentos, temerosa otros tantos. Rakic es un nómada, un genio encerrado que necesita ser liberado, un obseso de su pasado gitano. Edu, el literato, es un iluso, un pequeño aventurero sin rumbo. Su amistad, la amistad que Halfon relata con un poder evocador extraordinario, traspasa cualquier frontera, cualquier entendimiento. Y es que, "... cuando dos personas están tan solas sus espíritus buscan expresarse de una manera aun más exquisita".
Los miedos e inseguridades, esa condición nómada y también ese cierto sentimiento gregario que caracterizan a los dos personajes te atrapa. Halfon, eres bueno. 

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