‘Capítulo 156. Tributo a Rayuela’ (artículo de prensa)

En más de una ocasión he oído decir y he leído que uno de los mejores regalos que se le puede hacer a una persona es un libro. Una gran verdad. Obsequiar literatura, como escribía Nuria Azancot, "demuestra complicidad con el amigo, conocimiento del otro y de uno mismo, y, sobre todo, cultura y honestidad". El mismísimo Antonio Muñoz Molina, último premio Príncipe de Asturias de las Letras, reconoce que “el libro es el mejor regalo porque tiene la máxima concentración de la experiencia humana. Ahí lo tienes todo, todo el mundo posible, toda la ficción, la realidad, todo está ahí”. Así, cuando el día de mi cumpleaños una pareja de amigos, a los que debo mucho --entre otras cosas, amar con todas mis fuerzas la música del inclasificable Tom Waits--, me sorprendieron con la edición especial que Alfaguara publicó este año para conmemorar el 50º aniversario de Rayuela, de Julio Cortázar, me elevé en dirección a los cielos --exagero, claro--. 



Hablar de Rayuela, hablar de Cortázar, es hacerlo de una de las escrituras más sorprendentes que jamás hayan existido hasta la fecha en la historia de la literatura. El argentino, cuyos cuentos adoro y creo, sinceramente, que son su mayor legado, rompió con esta novela todos los moldes que existían, creó otra forma de narrar, transformó incluso el modo de leer. 
"Contranovela", "crónica de una locura", "el agujero negro de un enorme embudo", "un feroz sacudón por las solapas", "un grito de alerta", "una especie de bomba atómica", "una llamada al desorden necesario", "una gigantesca humorada", "un balbuceo"… Estas y otras expresiones definieron en su día esta ¿novela? que Julio Cortázar comenzó a soñar en 1958, se publicó en 1963 y a partir de entonces cambió la historia de la literatura y agitó la vida de miles de jóvenes en todo el mundo. Muchos han sido los autores que han intentado protagonizar la misma ambición literaria y vital, renovar las herramientas narrativas, destruir lo establecido. Algunos se han acercado, otros ni siquieran pudieron buscar esa raíz casi poética que poseía el argentino. 

un tributo
Celeste Ciafarone es una joven ilustradora argentina, pero también castellonense, que siempre ha sentido debilidad por los libros. "Son universos en los que el lector tiene el poder de elegir cómo quieren darle forma a esas historias", reconoce la autora de Capítulo 156, Tributo a Rayuela, que edita el Servei de Publicacions del Ayuntamiento de Castellón y que se presentará el próximo viernes, 15 de noviembre, a las 12.00 horas, en la XXXI Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de la capital de la Plana.
Literatura y arte, arte y literatura, siempre han sido fuente de inspiración para Ciafarone. "Mi pasión por la lectura ha ido siempre de la mano con mi pasión por el dibujo, desde pequeña era habitual encontrarme dibujando a partir de los libros que leía. Esta fijación por nutrirme --y de algún modo apropiarme-- de los mundos creados por otros, de sentimientos ajenos, es algo que ha estado muy presente en mis ilustraciones". Precisamente, en la presente obra se nutre, se apropia y refleja emociones y sentimientos a partir de la lectura de esa genialidad cortazariana. "Descubrí a Cortázar cuando tenía 15 años. Pasar la adolescencia empapándome de sus libros fue determinante en mi desarrollo humano y artístico", confiesa. Ciertamente, crecer en un ambiente rodeado de cultura nos permite ver la realidad desde una perspectiva mucho más clarividente y sensible, pues como bien incide la joven artista "me cautivó su facilidad para expresar con palabras aquellos sentimientos universales que todos hemos experimentado alguna vez, pero que tan difíciles son de explicar. Cortázar crea en la mente del lector el perfecto escenario de lo que está contando; elige cuidadosamente la música, la luz, las palabras que pone en bocas de sus personajes; genera en el lector una imagen mental perfecta de lo que relata". 


Celeste Ciafarone. Foto: David Camarero


fuente inagotable
"Para mí, Cortázar siempre ha sido y será una fuente inagotable de inspiración. Su obra tiene una gran influencia en mis dibujos y en mi modo de pensar. Gracias a él aprendí a ver más allá, que una nube no tiene por qué ser siempre una nube", declara Celeste, quien no duda en tildar a su gran obra, esa Rayuela inclasificable "en una especie de Biblia, de libro de cabecera. Envuelto por un halo mágico, está comprobado que todo aquel que lo lee queda impregnado para siempre con su esencia".
El libro de Ciafarone está dividido en tres partes. La primera es más general, en cuanto a técnica y temática, pero siguiendo la línea de ilustración y texto de personas o personajes que admira. La segunda, se centra en Julio Cortázar y podemos observar acuarelas basadas en fotografías familiares antiguas --estando siempre el texto presente--. Y por último, la dedicada a ‘Rayuela’, en la que las primeras ilustraciones están hechas con bolígrafo y estilográfica sobre papel, y las últimas diez piezas son grabados que sirven para "expresar de la mejor manera que sé lo que aquellas palabras provocaban en mí, aquello que me sugerían. Con estos dibujos interpreto de manera muy subjetiva las palabras del escritor, eligiendo aquellos fragmentos que me despiertan algo dentro". Pura magia. 


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