Esas historias donde los seres humanos son más humanos (columna de opinión)

Siempre he sentido cierta predilección o tendencia o no sé qué a leer historias cuyo eje vertebrador sea la búsqueda del perdón, la redención. Personajes perdidos, desconfiados, almas que vagan sin rumbo, caras largas, actitudes desafiantes pero cobardes al mismo tiempo, seres que se equivocaron reiteradamente, que no supieron atenerse a las consecuencias, don nadies. Los ambientes sórdidos o situaciones miserables siempre me han atrapado, noqueado, vapuleado. Aquellos que me conocen se extrañan, pues no logran entender que adore esas narraciones donde no existe la esperanza o, mejor dicho, apenas se atisba. Puede que la ira contenida en la palabra o la descripción del sufrimiento ajeno me permitan ser más consciente de esa otra realidad que preferimos dejar a un lado, esa otra realidad que suele protagonizar las páginas de sucesos de cualquier periódico. Pero, ¡cuidado! En ningún momento hablaré de morbo aquí, pues la atracción de esas historias tiene otro cariz. Estas historias donde la crueldad aflora provocan que vea a los seres humanos más humanos, capaces de lo mejor y lo peor, pues nuestra naturaleza es tan compleja y paradójica que el hecho de pensar que todo es un camino repleto de rosas resulta una soberana estupidez. Asimismo, y aunque no lo crean, siempre espero ilusionado ese giro narrativo que dé a entender que ante tanta injusticia no todo puede estar perdido. 

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