Un singular parque para controlar a todos (reseña literaria)

Imaginen un lugar recóndito, una isla perdida entre Borneo y China. Un multimillonario ruso la ha comprado casi sin pestañear y ha decidido crear de la nada el mayor parque temático del Universo, el parque de los parques, Le ParK (con esa K mayúscula, dominante). Pero no se confunda, lector. En ese lugar ignoto "el fantasma ha tomado cuerpo en forma de delirio". 
Bruce Bégout es el autor de Le ParK (Editorial Siberia), novela en la que extrae de lo ordinario algo extraordinario para someterlo a una incisiva mirada analítica y así desentrañar esos delitos y faltas propios del ser humano. Y es que este singular parque pretende albergar todos los tipos de diversión habidos y por haber, aunque dicha diversión se caracterice por los vicios y fetiches, por la confusión, provocación, lo sórdido y lo grotesco, la humillación. Le ParK reúne en su seno los tipos de reclusión social posible: un campo de concentración, un parque zoológico, una prisión, un casino... 
Bégout realiza una suerte de paralelismo con la sociedad actual, esa sociedad que cada vez pierde su individualismo en pro de lo que muchos dicen es "la verdadera libertad", la globalización. A través de esta novela el filósofo francés crea un espacio psicopatológico en el cual vemos y alcanzamos a ser conscientes de nuestra fragilidad como sociedad en su conjunto y como seres teóricamente racionales. Le ParK también deja constancia de la fijación que muchos de nosotros, mortales, tiene por el show-business, donde el espectáculo, la diversión y el chismorreo cobran primacía sobre la información. Nos puede el voyeurismo, vivir la vida de los otros, ser los otros para evitar tomar conciencia de nuestra realidad. 
Por otro lado, en este lugar no existe nada trivial. Todo resulta atípico, su concepción, su arquitectura, sus personajes… Es un despropósito con un propósito muy marcado: el control. Nuestras vidas, queramos o no reconocerlo, están subyugadas a un control total y absoluto. Vivimos en una burbuja que cada vez nos oprime más, somos meras marionetas al servicio de la ignorancia.
Sinceramente, creo que Bruce Bégout da en el clavo al recordarnos a viva voz --al menos a mí me lo recuerda-- que todo es paradoja y contradicción, incertidumbre; y lo hace a través de esa arquitectura siniestramente atractiva, ese parque de atracciones cuya meditada construcción todo lo encierra, hasta nuestra existencia. 

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