El libro y la palabra como salvaguardas (reseña literaria)

Una mezcla o simbiosis entre la poesía, narrativa, autobiografía, profecía, misticismo, diarios inventados, parábolas, diálogos... La escritura de Edmond Jabès es una escritura que procede de la memoria y el exilio, que ahonda en el sentido de las letras y la palabras, que reclama una vuelta al origen, al significado. 
A lo largo de su trayectoria, el autor francés adoptó "la vía mística para desentrañar la palabra", como escribe Angelina Muñiz-Huberman. Para ello hizo una profunda meditación sobre el judaísmo, sobre sus orígenes, sobre sí mismo. Si a Jabès le consideraron un autor sui generis fue, precisamente, por esa condición de exiliado que siempre ha caracterizado al pueblo judío, por la incesante búsqueda y cuestionamiento de una identidad, por la precariedad de una vida. En este sentido, su obra o poética siempre se ha debatido entre el sonido y el silencio, entre la búsqueda de nombres y su representación. "Solo soy palabra: me falta un rostro", dijo en una ocasión.
El libro de la hospitalidad, texto póstumo que ha publicado la editorial Trotta este mismo año con una traducción y presentación exquisita de Sarah Martín, incide como en otros títulos quizá más famosos del autor --como El libro de las preguntas-- en esa reflexión sobre el lenguaje, la lengua y las palabras, sobre sus imborrables e invisibles cargas. Y, ¿por qué? El Holocausto es, por desgracia, clave para descifrar esa incógnita. Jabès dice: "ya no es posible escribir de la misma forma, con la misma lengua, después de Auschwitz, al tiempo que también resulta imposible no hacerlo". 
Con la duda como guía, hace uso de silencios y vacíos; y por ello, escribe, para crear "silencios audibles", para extraer el dolor humano mediante las palabras, aunque éstas sean golpeadas y cortantes o su ritmo sea febril y esporádico o intente concentrar la mayor información en un mínimo expresivo. 
Auschwitz desgarró la historia del siglo XX y Edmond Jabès busca, aquí, el modo de evitar la vulnerabilidad del hombre, del extranjero --¿de él mismo?--, mediante la hospitalidad, la cual se forja --para él-- con la palabra y la memoria. No resulta fácil leer a este escritor y poeta que afirma, en este texto que vuelvo a insistir es una mezcla de poética narrativa, diario y diálogo: "nunca superaremos las fluctuantes fronteras de lo decible"; o esto otro: "La muerte no acaba con la eternidad sino con el instante". 
Tras esta lectura uno reconoce su pasión por el libro --"el sustento del exilio", en palabras de Muñiz-Huberman--, que cree sagrado, como lo es la Torá o Pentateuco, como también lo es el pasado, las huellas y la historia y el compromiso. 

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