Una autoficción sobre la muerte y la familia (reseña literaria)

Un hombre acude, invitado, a un congreso de escritores en Long Island, Nueva York. Sube al estrado tras ser dignamente presentado y acto seguido comienza su intervención. El hombre en cuestión es Gordon Lish, el célebre editor conocido en el mundo literario como Captain Fiction. Es él o un personaje ficcionado de sí mismo. 
El individuo que monologa en ese escenario trabajó para la revista Esquire y también para el sello editorial Knopf, al igual que Lish. También sufre de psoriasis, como Lish. Confiesa que tuvo problemas con el alcohol, los mismos problemas que, al parecer, superó el siempre controvertido autor y editor. ¡Y se  llama igual! Entonces, ¿es Gordon Lish o no es Gordon Lish el protagonista de esta historia? Nunca tendremos la seguridad de saberlo, aun teniendo en cuenta que a lo largo del texto aparecen personajes "reales", como el también escritor James Salter o el crítico Denis Donoghue
En Mi romance (Periférica), Lish propone un juego de autoficción que le sirve para abordar temas mucho más profundos, como los lazos familiares o la muerte. Y lo hace de un modo muy peculiar. De entrada, diríase que engaña al lector a las primeras de cambio. Al principio de la lectura, el que lee puede creer que aquello que tiene ante sus ojos es una especie de prólogo escrito por Lish, un preámbulo que sirve para situarle en la historia. Cuál es la sorpresa al comprobar que ese monólogo es la historia en sí, es el modo utilizado por el autor para quebrantar las reglas que suelen regir a la novela. 
El discurso del protagonista --¿del verdadero Lish?-- parece verborrea. Todo resulta improvisado, saltando de una reflexión a otra, de un recuerdo a otro, avanzando y retrocediendo constantemente. En algunas ocasiones te pierdes; en otras, hasta puedes cansarte. Llegas a desconectar al no entender muy bien qué ocurre, por qué habla del reloj de su padre, de una marca antigua de frigorífico o de su ropa. Cuestionas su intencionalidad, pues no logras reconocerla. Y por ello decides detenerte un segundo, un minuto, una hora, hasta comprender que en todo ese amasijo de divagaciones hay un sentimiento de culpa. Gordon Lish se culpa de la muerte de su padre, de no querer cuidar a su anciana madre, de haberse alejado de su hermana. Lish reflexiona, aunque de un modo caótico y extraño, sobre la desaparición y el olvido, sobre los pequeños detalles, sobre la vida misma. Pero, ¿qué vida, la suya? Chi lo sa

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