Un conflicto entre lo terrenal y lo celestial (reseña literaria)

No es la primera vez, ni será la única, que remarco la increíble importancia y atractivo de los autores en lengua castellana que proceden del otro lado del océano Atlántico. Las actuales voces literarias más interesantes en nuestro idioma las encontramos en México, Argentina, Guatemala, Perú, Chile, Colombia, Venezuela... Existe una especie de segundo boom latinoamericano, y se agradece, pues no he encontrado a ningún escritor del país capaz de motivarme tanto como Eduardo Halfon, Valeria Luiselli, Yuri Herrera, César Aira --aunque este sea de una (o dos) generación(es) anterior al resto--, Julián López o Selva Almada, autora de El viento que arrasa (Mardulce).
Argentina dispone a día de hoy de una cartera de escritores envidiable. A López y Almada pueden sumarse Ariana Harwicz, Samanta Schweblin, Marcelo Carnero, Sergio Chejfec y muchos otros. No resulta extraño que este año 2014 fuera el país invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Como tampoco resulta extraño que editoriales como Mardulce o Eterna Cadencia hayan decidido cruzar el charco y empezar a distribuir sus libros por España --¡Aleluya!--. Hasta la fecha, no resultaba del todo fácil encontrar sus obras en las librerías. 
Desde el mes de septiembre, los manuscritos de Mardulce son accesibles para todo aquel que se quiera sumergir en obras tan certeras como El viento que arrasa, publicada originalmente en 2012 --quizá la reedite próximamente Lumen, pues ha hecho lo propio con su segunda novela, Ladrilleros--. 
Nadie diría que El viento que arrasa es una primera novela. Y no lo dirían porque el pulso que uno encuentra es firme, maduro, sin titubeos. Existe en esta novela una escritura potente por su seguridad. El clima, los diálogos, están descritos de forma nítida. No existen en el libro signos de apariencia ni argucias. Es, dicho de otro modo, una escritura cruda, sincera, cortante incluso. 
Ambientada en el Chaco, esta historia breve sobre un reverendo evangelista y su hija, un mecánico y su protegido, es un retrato del fanatismo y la farsa, de lo mundano y provincial, de un desencuentro generacional. De todo ello se crea un conflicto entre lo terrenal y lo celestial hasta el punto de ser testigos de vidas que buscan construirse pero que se destruyen, bien por esa ciega búsqueda de la fe, bien por la ausencia de la misma. En esta novela, los silencios retumban, los juicios se interponen, los destinos se trucan. Selva Almada tiene carácter y eso se nota. 

Comentarios

Me gustó mucho esta novela. Estoy de acuerdo con usted. Parece mentira que sea la primera.

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