La resignación, camino hacia la frustración (reseña literaria)

Cuando uno piensa en Suecia, suele imaginarse esos paisajes de extraordinaria belleza y naturaleza desbordante, verdes praderas y bosques que invitan al sosiego en primavera, ambientes gélidos y capas de nieve espesa en épocas invernales. Dicen que todo el país se tiñe de una luz especial, una luz que confiere una serie de colores brillantes y vibrantes que lo dejan a uno absorto. Uno piensa en Suecia e imagina una sociedad civilizada, en la que no hay cabida para la maldad o el vicio. Todo es cordial, correcto, cerebral. No obstante, es imposible no pensar en August Strindberg, en su personalidad quebradiza y enferma, en esa feroz animadversión a la feminidad que impregnó su obra teatral, en su complejidad. Y al pensar en Strindberg, somos conscientes de que Suecia no es perfecta, que sus habitantes también poseen taras físicas y emocionales y pueden pecar, y pecan, pues, no lo olvidemos, los suecos también son seres humanos (altos, rubios y guapos, sí, pero humanos). 
La juventud de Martin Birck es la primera novela que escribió Hjalmar Söderberg y, debo decir, que ha supuesto mi primera incursión en el universo literario del autor sueco. Aplaudo el gesto valiente de Ediciones Alfabia por tomar la iniciativa de publicar su obra. La editorial barcelonesa ya publicó la que dicen es su obra maestra, Doctor Glas, así como otra de sus piezas más reconocidas, El juego serio. Avanzo ya que leeré ambas, debo hacerlo, pues la narrativa de Söderberg es profunda y reflexiva, lo cual siempre me atrae.  
En La juventud de Martin Birck Söderberg relata la historia de este "niño pequeño que, acostado en la cama, soñaba". Asistimos a su proceso de aprendizaje, somos testigos de su infancia, adolescencia y teórica madurez. El escritor sueco ofrece auténticas perlas en sus reflexiones sobre qué significa eso de crecer, hacerse mayor y tomar responsabilidades, de no estar a la altura de las expectativas de tus progenitores, de sentirse perdido, abrumado. Martin Birck busca superar esos pequeños obstáculos, indefinidos e inefables en ocasiones, del propio acto de vivir. Es un inconformista, quiere dedicarse a la poesía, ser escritor. Pero eso no es fácil, nunca lo ha sido ["Cuando alguien pregunta a un joven recién graduado de la escuela: ¿qué vas a ser?, uno no puede responder: poeta. La gente apartaría entonces la cabeza y se llevaría las manos a la boca"]. Pese a sus ansias de triunfar como poeta, debe conformarse. Y en esa resignación está su perdición, pues toma consciencia de que no podrá ser aquello que ansía y, por tanto, se verá inmerso en una contradicción.   
Este texto destila sutileza y, en múltiples ocasiones, resulta poético. Una buena lectura, sin duda.

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¡Viva Söderberg y viva usted!

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