Las aventuras y desventuras de un “enterrador” de libros (reseña literaria)

El ser humano suele sentir cierto apego por lo material. Aristóteles solía decir que "la riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión". Y, sin embargo, nos empecinamos en poseer, nos puede la avaricia. Cuanto más, mejor. De ese afán, surge el coleccionismo y, también --por qué no decirlo-- aparecen las filias o fetiches. Cuando algo nos gusta, ansiamos todo de ese algo. 
En mi caso, reconozco ser un amante de los libros, un fiel devoto. De ahí que en más de una ocasión me haya definido como un bibliófilo empedernido. Cuál es mi sorpresa al comprobar, tras una lectura, que también existen los bibliótafos. ¡Ja! La editorial Periférica acaba de publicar un extraño ejemplar --que data de 1898 y estaba inédito en castellano hasta la fecha-- que, al parecer, engrosa el listado de pequeños grandes clásicos de la literatura norteamericana. Su título es El bibliótafo y su autor Leon H. Vincent. Como era de esperar, la curiosidad me puede y no dudé en adentrarme en sus páginas. Necesitaba descubrir a qué se refería Vincent cuando habla de un bibliótafo y a las primeras de cambio uno se da cuenta de que no dista mucho del bibliófilo o comprador compulsivo de libros, no. Sin embargo, sí existe una característica bastante sorprendente, pues el bibliótafo colecciona libros que luego “entierra”. Su singularidad, por tanto, radica en que no quiere que nadie más lea el libro que él posee y por ello no hace más que acumular y acumular sus tomos en desvanes, almacenes...  
Leon Vincent narra aquí las aventuras y desventuras de un señor un tanto peculiar, insultantemente erudito, de fino humor, y cómo a través de esos libros que recopila de forma casi obsesiva conoce a todo tipo de personajes. Este bibliótafo, de conversación instruida y de gran envergadura --en más de una ocasión se hace mención de su gran tamaño--, es un ser extraño como pocos que, para más inri, también necesita reunir cuantos más autógrafos de escritores mejor. 
Confieso que ese "humor desternillante" que supuestamente contiene esta novela yo no lo encuentro, no en su totalidad. Es una lectura curiosa, de eso no hay duda, entretenida. Para mí, lo mejor de ella son las constantes referencias a obras de otros autores, pues le permiten a uno investigar. 

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