El dinero (o su ausencia), como condena (reseña literaria)

En marzo de 1958, Hampton Hawes grabaría para Contemporary Records el que está considerado como uno de sus trabajos más extraordinarios, For Real!. Acompañado por Harold Land, Scott La Faro y Frank Butler, el pianista ofrece un disco completo, que no defrauda en absoluto. El segundo tema de este álbum es una canción popular escrita por Harry Barris allá por el año 1931, se titula Wrap Your Troubles in Dreams, que podríamos traducir como Envuelve tus problemas con sueños; algo que al protagonista de la novela corta Carpe Diem (Galaxia Gutenberg), de Saul Bellow, le vendría de perlas.
Wilhem Adler es un perdedor, alguien que entiende su vida como un error. Es consciente de que toma siempre las decisiones más perjudiciales para su bienestar, pero no actúa en modo alguno para poner remedio a tales despropósitos. Tiene cuarenta y cuatro años, vive en un hotel en Broadway, está separado, es un actor frustrado, un vendedor humillado, un padre ausente, un hijo despreciado. La vida no le sonríe, nunca lo ha hecho. ¿Acaso es incapaz de tomar las responsabilidades propias de una persona adulta? ¿Acaso la fría relación con un padre admirado por todos, un padre más preocupado en los demás que en su propio hijo, es la causa de su inseguridad, de su desgracia? ¿Acaso esa asfixia emocional es fruto de una esposa que únicamente se interesa por su dinero, una esposa que desea castigarle? ¿O es producto de la empresa que no supo reconocerle el mérito, esa empresa que no le concedió el deseado ascenso? ¿Qué es lo que le provoca esa angustia existencial?
El nobel de literatura Saul Bellow describe en esta historia algunos de los miedos más comunes del ser humano contemporáneo, miedos que se desencadenan en gran medida por ese ideario típico estadounidense basado en el éxito. Sin dinero, no se es nadie. Y existen muchas sanguijuelas capaces de aprovecharse de esa debilidad, como el doctor Tamkin, un estafador de tres al cuarto que termina por hundir a base de palabrería pseudofilosófica y moral al pobre Wilhem, aunque bien es cierto que, a través de este digámosle mísero personaje, Bellow ofrece algunas reflexiones que son puro deleite: “[…] Hay algo que debería tener claro a estas alturas: ganar dinero es un acto de agresión. Eso es todo. La explicación funcional es la única que vale”. O esta otra: “[…] Ahora bien, contar y hacer números siempre es una actividad sádica. Como pegar”. El dinero (o su ausencia), como condena.

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