El retrato evocador de un artista contra el absurdo (reseña)

«Detrás de cada nombre hay una historia», escribe la croata Daša Drndic en Trieste (Automática). Es esta una de esas frases que se quedan grabadas en la memoria por su imponente significado. Explorar esas historias ocultas o que pasan desapercibidas es un ejercicio que suscita gran interés por varios motivos. En primer lugar, y aunque parezca una simpleza, como seres inquietos —la mayoría, al menos— sentimos la necesidad de ahondar en la vida de los demás, queremos conocer los entresijos y secretos que esconden para saciar nuestra curiosidad. Somos, por qué no decirlo, un tanto voyeuristas. Por otra parte, profundizar en según qué vidas nos permite analizar el contexto socio-político de ciertas épocas. A través de las vivencias de una persona es posible establecer relaciones sobre sus modos de conducta y esperanzas, sus pensamientos y miedos... Esto nos lleva a comprender mejor por qué hacemos lo que hacemos. 

En La fuente clara (Demipage), David Bosc parece querer desentrañar el alma de una de aquellas personas que irradian un aura mágica, un ser con unas necesidades muy singulares, dotado de un envidiable don para retratar la naturaleza de la forma más realista posible. Este personaje no es otro que Gustave Courbet, célebre pintor francés y comprometido activista republicano del siglo XIX, amigo de Baudelaire, Corot y Daumier, persona un tanto arrogante y efectista.

Bosc narra el exilio de Courbet a Suiza tras ser acusado de la destrucción de la columna Vendôme dedicada a Napoleón Bonaparte. Con un lenguaje sensual y vitalista, el escritor se atreve a ficcionar los últimos días del autor de El origen del mundo (1866), y nos descubre a un buen dormilón, a un ser que gusta de bañarse en cualquier río o arroyo, un amante del alcohol barrigudo al que le fue concedida la medalla de la Legión de Honor, aunque la rechazó. Gracias a La fuente clara podemos conocer ciertos matices de la, a veces, excéntrica personalidad de uno de los pintores más relevantes del realismo francés, europeo y occidental, un hombre que conjuraba cada día el absurdo del mudo a través de la pintura. Un soñador en los márgenes de la vida. 

Comentarios

Entradas populares