El desamparo de un niño inocente ante la (su) vida (reseña)

En La comedia humana (Acantilado), William Saroyan se servía de un adolescente de catorce años para retratar una época convulsa como el periodo de la II Guerra Mundial. Homer Macauley, el protagonista, ve ante sus ojos cómo se desvanece la inocencia típica de la infancia. La madurez y los sinsentidos llaman a su puerta, una puerta que se verá obligado a abrir para dejar entrar a esos fantasmas de nuestra existencia llamados incongruencia, decepción y horror.

Al leer Jimmy Sullivan, obra del neozelandés Ian Cross y editada por Automática, no pude evitar pensar en ciertos paralelismos con Homer Macauly, si bien el pequeño Jimmy no sucumbe, no todavía, a las decepciones de la vida adulta, pues no es más que un niño cuyo único deseo es tener una bicicleta, jugar con sus amigos Joe Waters, Piernas Hope o Mocoso Peters, ir a pescar con el andrajoso Jack el Sangriento o sentir el cariño de unos padres que le marcarán de por vida, aunque él no sea consciente de ello, no en su totalidad.
  
El lector asiste en un principio a la narración que el joven Sullivan ofrece de su vida a los once años de edad en la pacífica localidad costera de Raggleton, una vida en la que es el primero de la clase de un colegio católico, en la que no se rinde ante ningún rival, una vida que poco a poco se va transformando sin él pretenderlo, ni entenderlo. La familia de Jimmy es una familia como otra cualquiera: un padre, una madre y una hermana mayor. Pero, ¿realmente es así?

Poco a poco nos damos cuenta de que esta no es una historia feliz, pese a la ingenuidad de un Jimmy que se dará cuenta de que su padre es un borracho, su madre una maltratada. Es entonces cuando su mundo feliz, ideal, se resquebraja, y lo hace de tal modo que en su afán por intentar comprender culpabiliza a Dios de todos sus males. El pequeño sufre ataques de ira y miedo a los que no encuentra sentido, no discierne el bien del mal y eso le perturba, más cuando la situación familiar se vuelve insostenible y toda su realidad languidece.

Cross ofrece, por tanto, un relato sobre la pérdida y el sufrimiento, sobre el dolor y, ante todo, sobre la culpa, esa culpa que nos lastra y que es incapaz de proteger a los inocentes. 

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