Buscando un sentido ante tanta algarabía e infantilismo (opinión)

No puedo imaginar una vida bajo el yugo de la opresión o lo que es peor, de la indiferencia de los que se supone deben regir nuestro día a día. ¡Cuánto daño hace la insensibilidad! 

Por más que intento convencerme de vivir en un estado de bienestar, se ciernen dudas sobre la existencia real de la libertad de pensamiento y acción, derecho que dicen es fundamental. Recuerdo, claro está, lo que decían Platón y Aristóteles, aquello de que la libertad estaba estrechamente ligada a la idea de la autonomía, es decir, la capacidad del ser humano de decidir por sí mismo. Hace unos veinticuatro siglos de esa conclusión y hoy en día parece una mera utopía, pues ninguno de nosotros tiene, aunque lo crea, esa capacidad de decisión ni tampoco esa independencia y autodeterminación para forjar su propio camino —sin pisotear ni vilipendiar a nuestros semejantes—.

En breve acudiremos nuevamente a ejercer nuestro «derecho» al voto. Debemos «elegir» a aquellas fuerzas políticas que creemos van a mejorar nuestra situación, individual y colectiva. Y, sin embargo... La sensación que obtengo es la de asistir a una pantomima. Hasta la fecha no he visto más que una batalla de egos, un ejercicio patético del poder, riñas de patio de colegio entre aquellos que, se supone, deben decidir qué es mejor para mí, para nosotros. Y uno se cansa ante esa algarabía e infantilismo, ante esa esperpéntica y mediocre casta política que nunca, repito, nunca, ha mirado por el bien común, pues no saben siquiera qué es tal cosa.

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