Y la vida... la vida sigue igual, vamos de camping-playa (opinión)

«El que no se atreve a ser inteligente, se hace político», solía decir Enrique Jardiel Poncela. Y así nos va. Este país nuestro se ha caracterizado siempre por su picaresca. Prima el ser tramposo, ese juego ególatra y codicioso que permite ejercer el poder a toda costa. Da igual si las acciones de esos políticos nuestros, tan honrados ellos, se lleven a cabo fuera de la legalidad. Eso no importa. Basta con negarlo y listo. Nunca sucedió tal cosa. Sonriamos, pues. Que nos hagan una foto y continuemos retozando libremente en el fango. Así funciona España. Todos miran hacia otro lado, o quizá es que todos se creen más listos que el hambre.

Me da a mí que aquí todo nos importa un pepino. Será por el clima, no sé. Puede que la vida al aire libre, ese gozar del sol y una cervecita, sea lo único que merezca la pena. Imagino que la limitación de nuestros derechos sociales y laborales, los recortes presupuestarios y la impunidad hacia aquellos que se han beneficiado de esta patética situación no tienen la menor importancia. ¿De qué sirve ser honrado? ¿Para qué la dignidad? Leí en no sé donde que las corruptelas tienen graves consecuencias económicas, sociales y de imagen en un país en crisis, un país que, teóricamente, es cada vez menos permisivo con los políticos. Y sin embargo, seguimos tolerando esas acciones, seguimos premiando a los que pillaron in fraganti, a los que se esconden en eufemismos varios para evitar su culpabilidad.

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