Aquellos que por costumbre queremos arreglar el mundo (opinión)

Escribe Józef Wittlin en uno de sus célebres ensayos que ahora recoge la editorial valenciana Libros de Trapisonda bajo el título de Orfeo en el infierno del siglo XX, que «no hay poeta que se precie que, por encima de otros menesteres, no tenga por costumbre arreglar el mundo». El escritor, poeta y traductor de origen polaco hace referencia aquí a la capacidad reflexiva y de autocrítica que las mentes más sensibles, y sufridas, pueden llegar a desarrollar. Hay a quienes les importa más bien poco el por qué de las cosas. Hay personas que deambulan por el mundo sin pensar siquiera cómo y de qué manera se ha llegado al punto en el que nos encontramos. Son esas mentes sensibles y críticas las que, pese a todo, necesitan comprender e intentan, normalmente sin éxito, hacernos comprender. No es una tarea fácil la suya, mucho menos es una tarea reconocida, más bien y por desgracia es una tarea que suele recibir más de un oprobio o desinterés.

La literatura, así como la ciencia y la filosofía, nos sirven de herramientas precisas para explorar eso que solemos denominar «la condición humana». Es a través de ellas, y gracias a ellas, que logramos vislumbrar una milésima parte de nuestro comportamiento. Dicho de otro modo, nos permiten descubrir los anhelos y ambiciones que, como nos dice Wittlin, nos ayudan a distinguir la vida del mero vegetar. La cultura no debería ser ningún espejismo, debería ser una verdad a la que aspirar. Yo sigo y seguiré empeñado en procurar que esto sea así. 

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