Una carta de amor a ese dolor indescriptible (reseña)

Escribía Jacques Chauviré en esa delicada historia titulada Elisa (errata naturae) que «entre la más tierna infancia y la muerte de quienes hemos amado discurre la vida». Y bromea a continuación, con un tono más bien apesadumbrado y nostálgico, «poca cosa, en resumidas cuentas». 

Es la pérdida de un ser querido, de un ser amado, una de las mayores desgracias que uno puede sufrir, pues algo hay que cambia en tu interior, tu mundo se resquebraja, se desvanece. Algo hay de nosotros mismos que perece con la muerte de la persona amada, algo hay que nos transforma en otra persona, pues nunca se llega a ser el mismo sin esa otra mitad. La angustia alimenta entonces la incertidumbre, y uno lucha a conciencia contra el olvido y la añoranza, contra la soledad y la vívida presencia de ese alguien que nos apaciguaba o que nos enfadaba, que nos amaba o nos odiaba. Y es que nunca, nadie, nos dijo que «el amor fuera herencia y primo de la muerte» —tan solo Jack Kerouac fue capaz de darse cuenta, como narra en su novela Maggie Cassidy (Contra)—.

La muerte nunca es bien recibida. Saber que no volveremos a renovar experiencias o vivir otras nuevas nos sume en la desesperación. La muerte es una falla que parte en dos el alma de aquellos que sobreviven al desaparecido, al ausente. Y ese juego de ausencias y presencias puede volvernos loco, hasta el punto de imaginar a cuervos que hablan, razonan y bromean, cuervos negros de alas negras que aparecen en tu casa, que te compadecen e, incluso, te protegen de ese sentimiento de pena, de esa profunda tristeza.

Max Porter es el autor de El duelo es esa cosa con alas que edita aquí en España la novedosa :Rata_ Books. Ganadora del Premio Dylan Thomas, es esta una novela poética por su contenido y su continente. Hay en su forma y estructura una apariencia lírica. Hay en su esencia, su naturaleza, una esencia y naturaleza poética. Uno no puede evitar conmoverse a través de las voces, las tres voces que aparecen en el relato, con esta historia de una familia que sufre. Hay un hombre que sufre la desaparición de su mujer. Hay unos hijos que sufren la desaparición de una madre. Hay, también, un hombre que enloquece. Hay, también, unos niños que se lamentan. Hay, también, un cuervo cuyo graznido se transforma en habla, un cuervo alado que simboliza la muerte de esa mujer, de esa madre, o un cuervo que en realidad protege a esa familia fracturada para evitar que se olviden de seguir viviendo, que no permitan sumirse en la oscuridad.

Es esta «una carta de amor al dolor indescriptible», dice Porter. Y cuando uno leer esa novela que es un relato que es un poema que es la voz interior de alguien que ama, sabe que tiene ante sí una carta de amor a ese dolor que todo lo devora, que es brutal pero siempre estará ahí, porque la muerte forma parte de la vida, y la vida siempre conduce a la muerte. 

Comentarios

Entradas populares