Vidas que penden de un hilo en una realidad muy común (reseña)

Algunos libros pasan sin pena ni gloria por nuestra retina. Es difícil intentar explicar el por qué. Quizá el momento de su lectura no era el indicado, o bien la historia narrada o su forma no nos dice absolutamente nada. Su rechazo no es frontal ni absoluto, simplemente pasa a un plano marginal de nuestra memoria. Por contra, hay libros cuyo impacto es inmediato, libros que, de un modo u otro, pueden marcarte de por vida. Existe, también, otro grupo que no sabría definir. Son libros que en apariencia pueden resultar anodinos, cuyas tramas parecen no decirnos gran cosa, pero en los que, si nos detenemos un instante y reflexionamos sobre lo leído, encontramos imágenes que sí impactan y dejan huella.

Mientras leía Alfa, Bravo, Charlie, Delta (Sajalín), de Stephanie Vaughn, tenía la sensación de estar leyendo una serie de relatos correctos en cuanto a su contenido y forma, lo cual ya es un regalo hoy en día teniendo en cuenta que algunas obras publicadas son una broma pesada e incluso un atentado contra el buen gusto literario, pero mejor no entrar en ese debate. Como decía, su lectura me parecía gratificante, aunque sin deslumbrarme. No obstante, al término de cada relato habían fragmentos de lo que acababa de leer que volvían a mí, con insistencia. Era como una especie de llamado. 

Hay en estos relatos algo que te impide desentenderte de ellos. Las historias que Vaughn comparte son historias protagonizadas por personas comunes pero cuyas vidas parece que se encuentren en un estado de alerta e inseguridad. Cualquier detalle, cualquier acto, puede quebrantar su realidad. Un militar de conducta intachable que por un «descuido» trunca su carrera y se ve convertido en propietario de una ferretería, un matrimonio joven cuya relación se rompe en una mudanza, un joven inocente y de futuro prometedor que pierde todo el sentido de su existencia al participar en la guerra de Vietnam, una mujer que se embaraza cuando le resulta peligroso hacerlo, una mujer enferma de cáncer que prefiere ocultarlo, un singular trío amoroso contagiado de ladillas... 

La aparente sencillez con la que Vaughn narra estas y otras historias lo dejan a uno con la mosca detrás de la oreja, pues todo cuanto leemos pende de un hilo. Las vidas de estos personajes pende de un hilo, y eso es lo que asombra, lo que no deja de revolotear por tu mente. Eso, y fragmentos de una lucidez y originalidad extraordinaria como el que podemos leer casi al inicio de su relato ‘La arquitectura de California’: «Y si ha mentido es porque las palabras son como huevos, de los que pueden salir criaturas con vida propia como las palomas, las perdices y las oropéndolas de plumas amarillas, que cantan dulces melodías; pero también de los halcones, las águilas y los cóndores, que se acercan a los huesos para arrancarles la carne». Una sorpresa más que gratificante. Lástima que sea el único libro publicado de esta autora que aun no sé muy bien cómo definir pero que resulta fascinante. 

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