La amistad de dos seres inadaptados, frágiles (reseña)

No creo que sea la primera, ni la última vez, que realice esta afirmación: Sara Mesa es uno de los mayores talentos narrativos de las letras españolas hoy. Es así, no me cabe duda. Su libro de relatos Mala letra (Anagrama) me pareció sorprendente. Cicatriz (Anagrama) llegó a inquietarme por el sentimiento obsesivo de sus protagonistas. E, incluso el pequeño relato que nos brinda en Agatha (La uÑa RoTa) destila una gracia inusitada, hasta el punto de crear una historia tan potente que es difícil desentenderse de ella. Resumiendo, la escritura de Mesa siempre me atrae, me agita, produciendo en mi interior una pequeña sacudida que agradezco enormemente, pues no hay nada que deteste más en un libro que el hecho de que éste me sumerja en un estado de indiferencia o aburrimiento tal, que sea incapaz de sacarle o ver en él algo bueno. 

Sara Mesa sabe escribir. Quizá esto parezca una perogrullada, pero siento decir que muchas personas que se consideran escritores hoy día no tienen la destreza, la imaginación y la técnica, la pasión y el respeto, que creo necesario para que realmente puedan portar la etiqueta de ser escritor. Sara Mesa puede presumir, si así lo quisiera, de serlo. Es una escritora como pocas, pues siempre logra establecer una atmósfera turbadora en sus historias. Atmósfera, por cierto, muy real, pues la mayoría de esos relatos que poseen su firma están ambientados en lo cotidiano, lo cual inquieta aún más si cabe al pensar que nuestro día a día no es tan plácido como solemos o queremos llegar a pensar. Siempre existe algún peligro, alguna injusticia o un elemento sospechoso que nos mantiene en vilo, alerta.

En Cara de pan (Anagrama), su última novela, ese estado de intranquilidad y desasosiego vuelve a estar presente. El lector asiste al relato de una amistad un tanto compleja de los dos personajes principales, una amistad basada en el hecho de que ambos son o se consideran seres inadaptados. Por un lado, una incipiente adolescente, y por el otro, un hombre mayor, casi un «viejo». Ambos huyen, en cierta forma, de su realidad. Ella, la joven, de forma consciente, haciendo novillos, pues prefiere evitar a toda costa asistir a su escuela. Él, por el contrario, lo hace de un modo inconsciente o, más bien, inocente, pues, al parecer, un pasado traumático le persigue y le hace ser una persona más bien frágil.

El encuentro de estos dos personajes en teoría antagónicos es el detonante de estas historia en la que parecen buscar consuelo el uno en el otro hablando de pájaros o de Nina Simone, si bien, como les digo, siempre existe una inquietud sobrevolando, una tensión que poco a poco se desvela y que hace aflorar ciertas injusticias fruto de unos prejuicios morales y sociales que, finalmente, llevan a un desenlace trágico al quebrarse esa singular relación de amistad.
En esta historia se intuyen temas cercanos a lo prohibido, lo denostado, actitudes censurables, decisiones amenazantes fruto de la incomprensión. Sara Mesa teje esta historia de forma sutil, con maestría, y vuelve a sorprenderme. 

Comentarios

Entradas populares