Un laberinto emocional en una familia disfuncional (reseña)

Una mujer embarazada. Una casa. Un padre impedido. Una azotea. Una vía de escape. Una cárcel. Un miedo. Muchos miedos. Un bebé que crece. Una depresión latente. Un secreto a voces. Una niña que gatea. Incongruencia. Una madre desvalida. Un pájaro encerrado. Un abuelo que se extingue, que quiere extinguirse. Un sueño. Mucha falta de sueño. Abandono y dejadez. Vida y muerte.

Dicen que La azotea, novela de Fernanda Trías que inaugura el sello Tránsito Editorial, es un laberinto emocional. Es una gran certeza, una gran verdad. La escritora uruguaya sumerge al lector en una espiral sensible de agitación constante. La protagonista y narradora de esta historia es una joven que vive con su padre y cuya relación, a medida que avanzan las páginas lo sabemos, resulta no ser la típica relación entre un padre y una hija. Existen tensiones palpables y otras muestras de cariño demasiado evidentes que nos llevan a pensar que, en realidad, se ha producido entre ambos una relación incestuosa. Este hecho puede provocar (de hecho así lo creo) un sentimiento de rechazo, repulsa. Es, claramente, un acto tabú, condenable por la sociedad; de ahí que el lector se vea inmerso en un debate moral complejo que se acrecenta aún más con ese embarazo y posterior nacimiento. 

Este particular trío de personajes, la madre, el padre/abuelo y la hija, nos conducen por un terreno repleto de angustias y miedos, pero sobre todo, un territorio de arrepentimientos y dudas. La vida de todos ellos, o mejor dicho, la vida de la madre y el padre, la observamos con cierta pena, en ocasiones casi con repulsión, pues no podemos olvidar que entre ellos existe algo prohibido, censurado. Asimismo, en toda la narración sobrevuela una inquietud desaforada basada en lo que no se dice, si no, más bien, en lo que se intuye. En este sentido, debo reconocerle a la escritura uruguaya su maestría, pues no es fácil armar un relato tan complejo y hacerlo de forma sutil.

Fernanda Trías forma parte de esa generación de autores procedentes del otro lado del Atlántico que me conmueven. Su escritora provoca que esta historia se sitúe en la cuerda floja. Sus personajes están abocados a un abismo afectivo brutal y, sin embargo, se ven incapaces de reaccionar. Todos parecen estar sumidos en una locura que irremediablemente les conduce a la perdición moral, hasta el punto de llegar a ser capaces de cometer atentados contra la propia vida. Como les digo, la lectura de La azotea nos mantiene en un ay constante, y que este sea el primer título de una nueva editorial dice mucho de los objetivos marcados por su responsable, Sol Salama, a quien le reconocemos su atrevimiento y, sobre todo, su honestidad a la hora de acercarnos un relato tan sugerente, contradictorio moralmente hablando y profundo como este. 

No es un libro fácil, me atrevería a decir. Pero sí es un libro que nos plantea un buen número de dudas sobre el comportamiento humano, marcado por sus debilidades, sus carencias y necesidades, porque al fin y al cabo todos queremos sentirnos necesitados, queridos. 

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