Los viajes irreverentes de un autor sorprendente (reseña)

«¿Quiénes somos donde no estuvimos?» Este es uno de los epígrafes que leemos en el encabezado de uno de los textos que Paco Inclán reúne en Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill). Y esa es una pregunta que considero muy pertinente, más en este extraño periodo de confinamiento que nos ha tocado vivir y que nos ha privado de ser muchos otros fuera de nuestro territorio personal, dejándonos con esa duda casi existencial bajo el brazo. Y esa pregunta es, además, clave para hacer literatura, porque es así, intentando responderla, como nos inventamos todo y a todos. 

En este conjunto de relatos, que son como el ornitorrinco pero en literatura, es decir, una hibridación de géneros y estilos, el escritor valenciano demuestra su lado más canalla y al mismo tiempo erudito, y lo hace con el motivo del viaje como parte elemental de la propia historia y de la propia vida: un viaje físico y otro intelectual. Inclán nos invita, por una parte, a deambular con él por las calles de Praga, La Habana, Berlín, Veracruz, Llodio, Sant Pau d’Ordal o Valladares, y por otra, a acompañarle en sus aventuras y desventuras —amorosas, profesionales y confesionales— en un juego que, se lo advierto (y no se asusten) va más allá de la autoficción.

Paco Inclán se muestra, por tanto, como un escritor subversivo, en el buen sentido del término, pues creo que es de los pocos autores en nuestro país que puede presumir de tener un dominio de la narrativa que es, al mismo tiempo, creativo, imaginativo y muy consecuente. Dicho de otro modo, lo que leemos puede parecernos una broma muy bien hilada, o el puro azar, pero es una cosa muy seria, y lo es porque hay en todo lo que escribe un sentido de la responsabilidad para con la literatura. Inclán hace y deshace a su antojo, entremezcla la profusa investigación con lo excéntrico y lo hace, además, hablando de temas tan variopintos como el esperanto, la escatología o una lengua bastarda entre el romaní y el euskera. 

Todo resulta extraño por lo atractivo y por esa gracia que tiene Inclán a la hora de situarnos en una geografía concreta, en un espacio que es a su vez transfronterizo, para luego llevarnos de la mano por otro mapa emocional y mucho más personal en el que comparte con nosotros su destreza para enlazar la más pura teoría filosófica con el anecdotario chistoso y burlón. Así, no vamos a negarlo, en ocasiones todo nos parece una absoluta locura o una farsa, muy creíble eso sí. Sin embargo, gracias a todas y cada una de estas situaciones estrambóticas, no exentas de erudición, el valenciano logra algo que pienso es un verdadero triunfo, algo a lo que todos los que se dedican a la palabra escrita deberían aspirar: ganarse un lector.

La búsqueda de un chiste que asesinó a un escritor decimonónico, un estudio de la escatología que es a su vez una ocasión para conocer la figura de Arnau de Vilanova, un viaje al país del esperanto... Paco Inclán ofrece, una vez más, una literatura atrevida, atractiva e inteligente, una prosa que se muestra cercana y que nos deja, continuamente, con verdaderas perlas: «El apocalipsis apenas dura unos segundos, seis o siete. Eternos».  

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