Un viaje de lo rural a lo espiritual y fantasioso (reseña)

No pocos han sido los libros que, debido a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, han sufrido su particular aislamiento estos dos últimos meses. Muchos de ellos han visto alterada o mermada su condición de novedad con todo lo que ello implica —repercusión mediática, crítica y ventas—, y en algunos casos he de decir que por desgracia. Sin embargo, y haciendo uso del refranero popular, nunca es tarde si la dicha es buena. Así, nunca es tarde para que esos libros confinados merezcan una nueva oportunidad, para que se hable de ellos y de sus autores y, sobre todo y por encima de todo, para que se lean, porque leer contribuye a la edificación de uno mismo.

Una de esas lecturas que «la epidemia nos arrebató», como aseguraba Juan Soto Ivars en una de sus columnas de opinión,  es la que firma Manuel Astur, San, el libro de los milagros (Acantilado). Estamos ante una obra que combina elementos propios de la tradición oral o el folclore popular, de esas leyendas y mitos propios de las recónditas regiones del interior de Asturias, con otros relacionados con el neorruralismo o la novela rural. De hecho, al igual que en la literatura de Miguel Delibes, existen en esta obra una serie de motivos o ambientes semejantes a los del maestro vallisoletano: muerte, infancia y naturaleza.

Astur nos plantea un viaje por su tierra natal y por su pensamiento, y lo hace a través de Marcelino, un personaje que pertenece a la tierra, cuyo día a día está arraigado a ella, que no entiende la maldad, ni la avaricia, que no concibe lo que es justo o injusto, porque él permanece alejado de ese mundo creado por el ser humano. El universo de Marcelino es más bien onírico, relativo a la naturaleza y a su comunión con ella. No obstante, no es ajeno a la voluntad de los demás, a su codicia y desprecio, y es debido a eso que se ve envuelto en un acto que muchos consideran criminal y que le obligan a emprender la huída, abandonando su casa, su hórreo, su carro.

Así, este periplo teñido de sangre le sirve a Manuel Astur para reflexionar sobre la tiranía de un sistema que no comulga con la serenidad, la armonía, la paz de espíritu y la relación amable y cordial con el prójimo, y lo hace a través de una prosa en la que rezuma cierto lirismo. El escritor y periodista asturiano también es poeta, y eso se nota en el modo de abordar esta historia que son muchas historias, pues es la historia de la carne, de la sangre y el fuego, de los sueños y de las palabras, de voces ancestrales que hemos olvidado, de todo un pueblo y su forma de vida.

De lo rural a lo fantasioso, del dolor y sufrimiento a la liberación, del abrupto paisaje exterior al más profundo e íntimo mapa emocional, San, el libro de los milagros es una obra que invita al recogimiento, que aviva esa llama de lo salvaje. Luminosa entre las sombras, inocente cuando ha de serlo, espiritual y ritualista, estamos ante una lectura vivaz no exenta de los dolores propios de un mundo en constante equilibrio entre la vida y la muerte, entre el dolor más profundo y la incongruencia y la alegría y pureza del espíritu. 

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