Una cínica sátira sobre el capitalismo moderno (reseña)

El humor no entiende de nacionalidades, aunque bien es cierto que existen ciertas peculiaridades, por pequeñas que estas sena, que singularizan una tipología más concreta o, más bien, un estilo determinado y perfectamente reconocible. En la región de los Balcanes, por ejemplo, el humor es un tanto absurdo y un perfecto antídoto para combatir las desgracias y las tragedias, de las injusticias, que les ha tocado vivir. Diríase que el humor, su humor, es una especie de terapia y también una advertencia o recordatorio de que la vida, en esas tierras, es algo así como un milagro. El cine del serbio Emir Kusturica es un fiel retrato de todo ello, como pudiera serlo también la literatura de algunos escritores búlgaros contemporáneos como Alex Popov, autor de La caja negra (Automática), una novela que se sirve de la sátira y de ese humor, a veces un tanto ácido pero siempre original, para hablarnos de temas tan importantes como la inmigración y el capitalismo llevado al extremo. 

El cinismo es uno de los principales rasgos de esta novela que nos habla de dos hermanos que representan dos estamentos de la sociedad contemporánea occidental y mercantilista: aquellos que triunfan y los eternos perdedores. Todo empieza cuando ambos reciben una caja negra con los restos de su difunto padre, un profesor erudito que falleció lejos del hogar, en los Estados Unidos, lugar que les arrebató a su progenitor pero al que viajan irremediablemente en busca de una vida próspera, en busca del éxito. Sin embargo, Ned y Ango, que así es como se llaman los protagonistas de esta, por momentos, alocada y excéntrica historia, son personajes antagónicos, y se enfrentan a ese reto de alcanzar la gloria de formas muy distintas. Así, pasados quince años del deceso en extrañas circuntancias de su padre, uno de ellos, Ned, ha logrado empleo en esa jungla feroz llamada Wall Street para convertirse por derecho propio en un BTE (Búlgaro que Triunfa en el Extranjero), mientras que Ango, un editor venido a menos —o un GFAB (Gilipollas Fracasado Atrapado en Bulgaria)—, una vez consigue viajar a la Gran Manzana, donde se reencuentra con su hermano, ha de conformarse con un trabajo de paseador de perros. 

Popov alterna las voces de ambos hermanos durante la narración, de modo que cada capítulo le corresponde a uno de ellos logrando, de ese modo, que conozcamos dos perspectivas sobre el mal llamado, a mi entender, «american dream», es decir, el sueño americano. Esos dos lados de una misma moneda le sirven al autor búlgaro para criticar de forma brillante pero jocosa el liberalismo americano —que es el que impera ahora en todo el planeta—, el racismo, el (falso) proteccionismo y la paradójica sociedad de consumo, además de hablar de las complejas relaciones familiares. Y todo ello lo hace sumando pasajes y situaciones que no hacen sino aumentar esa sensación de absurdo y de vacío moral de una civilización —la nuestra— que ha perdido el rumbo, que ha olvidado sus responsabilidades como colectivo y que vive en la actualidad por y para una realidad cimentada en la hipocresía. Cómico pero incisivo, delirante pero certero. 

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