Una cruda historia sobre la imposibilidad de redimirse (reseña)

Existe una gran belleza en la sobriedad de algunos paisajes, en su desnudez. Esa aparente sencillez, no exenta de crudeza, puede albergar un vasto universo emocional que llega a marcar a ciertas personas. Son espacios donde la aniquilación no es ninguna metáfora, donde el bien y el mal son reales, y donde cualquier error, por pequeño que sea, cuesta una vida. Son paisajes que no conocen el hedonismo ni la frivolidad, donde cada día puede ser un verdadero infierno, pero son territorios que nunca mienten. 

Esos mismos paisajes son los que uno se encuentra en la novela Como si existiese el perdón (Las afueras), de Mariana Travacio. En esta obra hay desolación, asperezas y rencores, violencia. Hay todo eso, sí, y hay una gran belleza en todo eso, también. ¿Cómo es eso posible? Por el modo con el que la autora argentina hilvana esta historia de venganza, una historia que en realidad incide más en aquello que denominamos «naturaleza humana», es decir, en nuestro comportamiento primario, aquel que alude directamente a nuestra supervivencia, donde la justicia no atiende a razones legales sino del espíritu.

Travacio ofrece una historia que está impregnada de símbolos y que pone en contacto las voces oídas y las palabras escritas, esa conjugación que es propia del género gauchesco del que bebe. Nos adentra en un territorio hostil que se nutre de todas y cada una de las identidades de esas regiones remotas, áridas, casi desérticas, de forasteros y trabajadores nómadas e itinerantes, de cantinas y haciendas, de huídas y deserciones, de vida y muerte. Es por ello que la escritura aquí es un tanto seca, porque ha de serlo al hablar de la fatalidad, de la imposibilidad de una redención; y también es silenciosa, para así prestar atención a las voces nuevas que en ese territorio hostil pueden sentirse, y porque en esos silencios pasan cosas temibles, y porque esos silencios son el ruido mismo del tiempo al pasar.

En Como si existiese el perdón, un joven Manoel, acompañado por Tano, que ejerce de figura paterna, se enfrentan a un pasado sabiendo que al hacerlo el futuro que les depara a ambos es un fraude, pues sólo existe el aquí y el ahora. Ambos transitan por la vida por puro instinto, se mueven a través de ella para sobrevivir día a día con la esperanza y el afán de vengarse de aquellos que amenazan su propia vida, y saben que han de enfrentarse a esos fantasmas, a esos miedos, a esa locura, cueste lo que cueste, incluso su propia vida y la de otros compañeros de viaje que deciden unirse a la causa sabiendo que después de una contienda, o de cualquier guerra, como dijera Jean Giono, «los héroes ya no existen, existen los tullidos, los discapacitados, los lisiados».

Capítulos brevísimos que son como escenas punzantes, silencios abruptos, personajes memorables y una atmósfera extrema de la que es muy difícil escapar, que te atrapa. Todo eso y más encuentra uno en esta novela de lenguaje austero pero hermoso, un lenguaje comedido pero poético. Otra alegría que la editorial barcelonesa Las afueras nos brinda, y que siga siendo así. Leer para vivir más. 

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