Cuestionando la posibilidad de un futuro sin la tecnología (reseña)

Un epígrafe puede ser la perfecta invitación a una lectura, pero también toda una declaración de intenciones. Algunos de estos epígrafes, o exergos, como se les conoce, sirven para posicionar al lector, lo sitúa ante la historia que en las siguientes páginas se va a encontrar, y rara vez se equivocan. Si están ahí, es por algo, porque el autor ha precisado de su existencia, de su significado. Así, cuando uno abre la última novela de Don DeLillo, El silencio (Seix Barral), ojea, descifra, ve lo siguiente: «No sé con qué armas se librará la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta se librará con palos y piedras». El autor norteamericano se sirve de esta cita de Albert Einstein y lo hace a conciencia, pues es de ella, a partir de ella, que hilvana todos y cada uno de los pensamientos que plasma sobre la página. 

¿Qué ocurriría hoy si se produjera un apagón digital? ¿Sabríamos actuar ante ese accidente, sabríamos siquiera cómo era y es vivir sin la necesidad —que es en realidad una especie de condena— de la tecnología? ¿Sabríamos hablar entre nosotros? ¿Qué seríamos? ¿Quiénes seríamos? Todas esas preguntas, y muchas más, son las que plantea DeLillo en esta especie de relato o novela breve que es puro pensamiento y crítica. Pensamiento en tanto que aboga por la reconfiguración de la naturaleza humana. Crítica por esa obsesión de evidenciar la incompatibilidad del desarrollo tecnológico. 

Resulta extraordinario cómo en tan pocas páginas el escritor neoyorquino es capaz de abordar tan complejas cuestiones sobre el advenimiento de un futuro que le preocupa, que siempre le ha preocupado —«[...] la culpa del hombre se ha visto complicada con la tecnología, con el rezumar cotidiano de la pérfida muerte», escribía en esa obra maestra que es Ruido de fondo—. Es por ello, por ese constante desasosiego e incertidumbre ulterior que planea sobre el ser humano, que resulta imposible no contagiarse por sus ideas e inquietudes, al tiempo que nos asombramos por su maestría narrativa, por ese arte conciso de la palabra precisa donde condensa un imaginario propio que ha logrado convertir en algo universal.

DeLillo sitúa la acción en un futuro próximo, en el año 2022, durante la celebración de una SuperBowl, uno de los grandes acontecimientos deportivos / espectáculo / negocio de cuantos se celebran en los Estados Unidos cada año. Una pareja vuelve en avión de una estancia por Europa. Otra está pendiente de la retransmisión de ese partido de fútbol americano acompañados por un tercero. Y, de pronto, el apagón, el silencio, el y ahora qué. 

Los diálogos, situaciones un tanto absurdas y, sobre todo, las reflexiones en forma de sentencias extraordinarias —«Independientemente de lo que haya ahí fuera, seguimos siendo personas, las esquirlas humanas de una civilización»—, nos inducen a cuestionarnos sobre nuestra capacidad, nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo, interrogantes que son marca de la casa del autor estadounidense y que nunca nos dejan indiferentes. Dicho esto, no seré yo la persona que descubra la genialidad de Don DeLillo a estas alturas, pero leer sus historias es un ejercicio intelectual apasionante. Es un narrador como pocos. 

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