Querido Tanned Tin... (artículo de prensa)

Escenario del Teatre Principal de Castelló. Foto: Paco Poyato

Jueves, viernes, sábado, domingo... No estaría nada mal añadir un lunes, martes y miércoles, y una semana detrás de otra ya puestos. Cuando uno entra en ese maravilloso círculo del Tanned Tin no quiere marchar a ningún otro lugar; sabe que ese es un momento irrepetible y no puede renunciar a perdérselo. Parecerá una cursilería pero siempre soy feliz allí --y como yo, la gran mayoría--. Jesús Llorente, su director, dijo que ir al Tanned Tin era como entrar en un restaurante y pedir un menú de degustación donde pruebas muchas y variadas cosas. Reconozco ser un buen comensal con ciertos aires de ‘gourmet’. Por ese motivo, puedo decir: ¡qué maravilla de platos!
Como viene siendo habitual, el festival de invierno por excelencia volvió a sorprender, seducir y cautivar a un público entregado, dispuesto a viajar allende los mares y emprender mil y una aventuras. El Tanned Tin tiene un aura única, un halo de magia que lo envuelve todo y a todos. Probablemente, esa peculiaridad tan suya de celebrarse en el Teatre Principal de Castelló sea la causante de ello. Aquellos que nunca han asistido al festival siempre me preguntan: ¿y veis los conciertos sentados? Esa pregunta tiene truco. Muchos se piensan que el mero hecho de permanecer en la butaca es sinónimo de aburrimiento. Ni por asomo. Además, al final uno no lo puede remediar y se levanta, baila, canta y lo que haga falta. Todo en un ambiente que desde el primer día resulta familiar, donde existe una complicidad sin parangón entre los músicos, los técnicos de sonido y luz, el público... Una gran familia reunida durante cuatro días. Una gran familia que sonríe, se emociona y busca compartir emociones. Para mí, eso es algo que no tiene precio.

recuerdos inolvidables
La presente edición, que aún resuena en mi cabeza, ha dejado algunos destellos de genialidad que le confieren a esta cita el grado de ineludible. Insisto en decir que tenemos mucha suerte de poder contar con un certamen de estas características. Me atrevería a decir que dos terceras partes de los asistentes era foráneo --de Castellón, se entiende--. Este dato, que para muchos carecería de sentido alguno, es muy significativo cuando muchas de esas personas te repiten una y otra vez la “suerte que tenéis de contar con un festival así, es una auténtica maravilla”. Esos piropos son una constante. La prensa nacional siempre se hace eco y remarca contínuamente que este es “el festival de los pequeños grandes grupos”, “el lugar donde buscar nuevas tendencias” o “un festival de propuestas prometedoras”. Radio 3, revistas tan importantes como Rockdeluxe, portales digitales, bloggers... Nadie quiere faltar a esta cita anual en la que existe una relación única entre los propios músicos; relación que pudimos ver a la perfección con un mini-concierto improvisado entre Za!, Oh! Pears, Mursego y Marcos Junquera. Todos ellos formaron, en un visto y no visto, la Orquesta del Potro Ganador, que dejó a todos perplejos. Estas cosas solo pasan en el Tanned Tin.

el cartel
Difícil resulta --al menos para mí-- destacar nombres y actuaciones. Quizá mi condición de fan incondicional me impida hacerlo; yo me los llevaría a prácticamente todos a casa. No obstante, intentaremos describir algunos de los instantes más significativos y, a título muy personal --que nadie se me enfade, por favor--, hablar de algunos grupos participantes. En primer lugar, y haciendo un recorrido cronológico, la jornada inaugural nos permitió disfrutar con uno de esos cantautores con mayúsculas. El norteamericano Greg Tropper fue el encargado de abrir el festival y demostró que su fama al otro lado del charco es bien merecida. Su mezcla de soul y folk nada tiene que envidiar a otros grandes nombres como John Hiatt, por citar un ejemplo. La ex Stereolab Lætitia Sadier también dejó constancia de su dulzura al improvisar grupo para tocar algunos temas --estas cosas también son marca de la casa Tanned Tin--. Nacho Vegas, Standstill y su espectáculo Rooom o Triángulo de Amor Bizarro cumplieron las expectativas y dejaron buenas sensaciones. Sin embargo, fueron los mexicanos Austin TV los que dejaron al público con la boca abierta por su desparpajo, energía y, sobre todo, por sus disfraces luminosos.
El viernes fue un grandísimo día. La figura tragicómica de Dead Western --¡qué grande!--, la melódica voz de Nat Baldwin, los jovencísimos The History of Apple Pie o el electro-folk de los alemanes Like a Stuntman --aún salto de mi silla para bailar alguno de sus temas-- supusieron grandes dosis de frescura y luminosidad. De esta jornada destacaría, como la mayoría de expertos han hecho, al conjunto de Corey Duncan, Oh Pears!. Duncan y su fiel amigo Chris Ward fueron, seguramente, uno de los grandes triunfadores de esta edición. La complicidad entre ambos era contagiosa, además de que la prodigiosa batería de Ward enamoró a más de uno. Los catalanes Za! pusieron la guinda al pastel.
El sábado también fue un día para enmarcar. Las divertidas sátiras político-musicales de Pete Dale, las meditadas pausas y delicadas voces de Elle Belga, el descaro de Fair Ohs! --que me tienen enganchado al iPod--, la profesionalidad de The 99 Call, el buen presagio que ofreció Patterns como banda a seguir en el futuro, la esperada y divertidísima actuación de The Hidden Cameras o el folk desgarrador de Matt Elliott resultaron magistrales. Y, como gran sorpresa, los veteranos escoceses de The Orchids hicieron levantar al público con un directo impecable.
Finalmente, no podríamos terminar sin destacar a Mursego, Phoebe Kreutz o Norman Palm en las actuaciones matinales del Espai d’Art Contemporani de Castelló. Por cierto, ¿alguien sabe afinar un ukelele?

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