Si el bueno de Charles Dickens levantara la cabeza... (columna de opinión)

Este año se celebra el 200 aniversario del nacimiento de uno de aquellos seres imprescindibles, nobles y justos. Hablo de Charles Dickens, ese escritor de escritores que ha logrado conmover a generaciones de lectores con ese arte narrativo que, como dice Fernando Savater, “combina el afán de justicia con la compasión y el optimismo, los ingredientes necesarios de la perspectiva moral”. Cada una de sus novelas enmascaran un debate moral. Son, por decirlo de otro modo, combates éticos. No creo que me equivocara al definir a Dickens como uno de los maestros de la moralidad, esa cosa que por estas tierras parece haber desaparecido por un “puñado de dólares” --bueno, en este caso, de euros--.
Hablar de Dickens es hacerlo de Oliver Twist, David Copperfield, Un cuento de Navidad, Nicholas Nickleby o La pequeña Dorrit. Sin embargo, yo adoro Los papeles póstumos del club Pickwick, primera de sus obras, repleta de un sentido del humor que a más de uno haría falta poseer. La sátira que se intuye en cada una de estas obras maestras debería enseñarse en las escuelas como un modo perfecto de afrontar la realidad tan estúpida que nos rodea a veces, esa realidad que premia a los pecadores y castiga a quienes buscaron la justicia. Si la actualidad de este país pudiera ser descrita por Dickens, seguro que los “malos” no se saldrían con la suya y serían “castigados”. Pero bueno, la realidad es así, paradójica.

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