Sincronies... ¿Naturaleza y arte? (artículo de prensa)

Imagen actual de la actuación de Lara Almarcegui. Se supone que el tiempo la modificará.
Ahora, la verdad, no sé muy bien qué pensar

Escribo estas líneas mientras escucho la magistral y suave cadencia de Miles Davis interpretando su Flamenco Sketches, probablemente una de las baladas más hermosas de la historia del jazz. Dejarse llevar por la magia de un disco como el Kind of Blue permite que mis neuronas se tranquilicen y, así, pueda organizar esos pensamientos que revolotean de tanto en cuanto por mi mente. La razón por la que necesito mostrarme lúcido es la siguiente: ¿cómo puedo explicar la relación ser humano-naturaleza-arte? No es tarea fácil, a pesar de los múltiples escritos que se pueden llegar a encontrar por la red. Pero bueno, allá vamos.
El ser humano se pregunta de manera constante por sí y por la relación con las demás cosas. Es algo “natural” el formularse este tipo de cuestiones. La mayoría somos seres mundanos, y como tales procuramos entender el papel que jugamos en el complejo universo. Por otro lado, tras múltiples reflexiones y lecturas, se podría afirmar que somos naturaleza, a pesar de poseer diversos rasgos que nos distinguen de ella. Esa peculiar paradoja la hemos explicado a lo largo de la historia a través de la cultura en sus múltiples facetas, como las manifestaciones artísticas. Y es que, aunque el cuerpo humano es una unidad bien definida, su funcionamiento incluye necesariamente elementos externos que nos influyen de un modo u otro. La naturaleza es una de las influencias más notorias. Vivimos en ella, la modificamos, nos inspiramos y, aunque algunos no lo quieran reconocer, algún día le perteneceremos. C’est la vie.
El mundo del arte ha permitido acercarnos a la naturaleza de un modo contemplativo, admirándola hasta la extenuación. Los cuadros de los pintores románticos de la época decimonónica bien podrían ser un ejemplo, así como las obras del periodo clásico o los impresionistas. Esas obras de John Constable, Caspar David Friedich, Courbet, Claudio de Lorena, Cézanne, Pisarro... El paisaje es una fuente de inspiración constante. Pero, ¿y hacer de la propia naturaleza un objeto artístico?
En el siglo XX se abandonó la concepción aristotélica de mimesis, es decir, la imitación de la naturaleza como fin esencial del arte. El arte se intelectualizó de tal forma, que esos elementos que forman parte de nuestro entorno, la naturaleza en sí misma, pueden conformar una obra. Traspasar esa barrera supuso un choque brutal pero necesario hasta cierto punto. La búsqueda de la originalidad y la novedad, reinterpretar la propia realidad, descontextualizar, ampliar el concepto de arte y establecerlo como un acto comunicativo y reivindicativo... Esas son algunas de las claves para definir aquello que entendemos como arte contemporáneo. En este sentido, el land-art (arte de la construcción del paisaje o arte terrestre) cumple con muchos de estos requisitos, añadiendo también el concepto de lo efímero. Esta tendencia permite reflexionar y dilucidar la necesidad de tomar conciencia sobre los impactos que sobre la naturaleza tiene el ser humano y el propio medio.
La artista zaragozana Lara Almarcegui reconoce que “los objetos apenas me interesan, lo que me obsesiona son los lugares y mi relación activa con ellos”. Con una trayectoria consolidada sobre sus espaldas, Almarcegui trabaja con la especificidad del lugar y el paisaje. Utiliza el medio natural como escenario para el desarrollo de sus propuestas y usa materiales provenientes directamente de la naturaleza y del lugar donde la obra es concebida. Su último proyecto lo podemos ver in situ aquí, en nuestra provincia, en una población de 1.280 habitantes (más o menos): Benlloch. ¿Y cómo es posible que en una población del interior de la provincia de Castellón tengamos la oportunidad de ver la obra de una artista de reconocido prestigio internacional? Gracias al proyecto Sincronies. Proyectes d’intervenció artística contemporània, en el que el Espai d’Art Contemporani de Castelló y la Universitat Jaume I han unido sus fuerzas para acercar el arte contemporáneo a las diferentes localidades de la provincia. Una apuesta arriesgada pero que goza de un gran interés.

acción en benlloch
Fruto de las sinergias entre el EACC y la UJI --y porqué no decirlo, de la implementación cultural de ambas instituciones-- se ha creado esta iniciativa que, tal y como remarcó Lorenza Barboni “no renuncia a abordar la creación artística como espacio de experimentación en sí misma”. Dicho de otro modo, esta propuesta invita a toda una población a vivir el arte, a participar en él. Esa estrecha relación entre el espectador y la obra, tan común en el arte actual, se muestra aquí en todo su esplendor. Almarcegui ha intervenido un área que está siendo afectada por una inminente transformación, utilizando la tierra extraída para crear una composición que se integra en el paisaje y que como cualquier forma orgánica se mimetiza con él. El proyecto consiste en guardar la tierra de las excavaciones del Camí dels Romans de Benlloch con la finalidad de configurar una montaña a partir de los restos de las excavaciones.
Así pues, la propuesta trata del territorio específico de Benlloch y su geología “al presentar los materiales del subsuelo y responde a la pregunta sobre los componentes del suelo”. Su proyecto, tal y como Almarcegui explica, consiste en guardar la tierra extraída del gasoducto que pasa por la zona y configurar una montaña a partir de los restos de sus excavaciones. La montaña, al parecer, supone una reutilización de desechos pero no solo se trata de un proyecto de reciclaje sino que pretende, además, plantear cómo una población se relaciona con los restos de su pasado y convive con el resultado de sus proyectos de futuro. Las transformaciones que tenga la montaña según se reduzca de tamaño, se llene de vegetación y se mezcle con el suelo será un muestrario de la evolución del terreno, la entropía y sus características físicas. Como ven, esta es otra forma de entender lo artístico. Podrá gustar o no.

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