Esas horas oscuras de nuestra historia reciente (reseña literaria)

Hay historias sorprendentes, envueltas en un halo de misterio. Son historias que dejan bien claro eso de que la realidad es más fuerte y mucho más extraña que la ficción. No creo que haya nada como sobrevivir a una guerra, por ejemplo. En la guerra no hay lugar para el raciocinio, todo parece estar en manos del azar. Vivir y morir son prácticamente la única cara de una misma moneda. De ahí, quizá, que los testimonios de los supervivientes nos encojan el corazón o nos golpeen de forma contundente en el estómago provocando así la arcada. No es fácil, no debe serlo.

Narrar los horrores que uno vivió en hueso y carne es, para mí, un acto de fe. Fe en la raza humana, en que tales atrocidades no vuelvan a tener lugar. Uno puede creer que existe, en el fondo, una brizna de conmiseración, que no estamos abocados al infierno. Y sin embargo… somos reincidentes, nunca aprendemos la lección. Y eso es evidente si uno lee cada día los periódicos o ve los informativos de la televisión. El mundo está en guerra, aunque algunos quieran ignorarlo.

Irène Némirovsky dibujó con maestría las escenas grotescas de la invasión alemana en Francia. Lo hizo a través de una novela de la que no se tenía constancia, titulada Suite francesa. Como si se tratara de un truco de magia, un buen día apareció ese manuscrito perdido y poco tardó en causar auténtica conmoción. Aquí en España la editó Salamandra y este mismo año, de la mano de su sello Salamandra Graphic, podemos volver a emocionarnos y entristecernos --esta no es una linda historia, como dirían-- con los retratos de esas miles de familias que, tras las primeras bombas, decidieron huir de sus hogares en busca de una salvación. En coche, en bicicleta o a pie, todos cobran distinta suerte, para desgracia de unos y consuelo de otros. Emmanuel Moynot es el autor de una versión magnífica de Suite francesa que ha sido traducida por Regina López Muñoz --Las Cuatro de Syldavia--. Basada en las dos primeras partes de la novela de Némirovsky, el dibujo y las tonalidades grises logran trasladar esas horas tan oscuras de la historia más reciente de nuestro mundo, un mundo que, por momentos, pierde deliberadamente su rumbo fruto del odio y la incomprensión. Esta novela gráfica transmite esa desazón gracias a Moynot y gracias, por supuesto, a Iréne Némirovksy.

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