La decadencia de un hombre, un sueño, una condición (reseña)

Desde mi primera visita siempre he mantenido una relación de amor-odio con La Serenissima. Valeria Luiselli escribió en Papeles falsos (Sexto Piso) que «existen lugares que nos producen nostalgia por adelantado». Pues bien, Venecia sería uno de esos lugares. Esta città me conmueve y hace suspirar, me produce una melancolía inusitada, una añoranza de épocas pasadas de esplendor y gloria, de fiesta y romanticismo. No obstante, Venecia también me estresa e incomoda, saca lo peor de mí debido, en su mayor parte, a la ingente cantidad de turistas que abarrotan sus calles y museos los 365 días del año. Esa lucha interna que mantengo quedó hace ya mucho tiempo perfectamente retratada por Thomas Mann, quien describió esa atmósfera crepuscular y agónica de la colorida Venecia de forma sublime: «la ciudad mitad fábula y mitad trampa de forasteros».

En Pinocho en Venecia (Pálido Fuego), Robert Coover sume al lector en ese ambiente mitad fábula, mitad trampa, y lo hace a través del célebre personaje creado por Carlo Collodi. Aunque, no se engañen, este Pinocchio no es el que todos tienen en mente, esa marioneta que finalmente se vuelve un niño de carne y hueso y que la factoría Disney inmortalizó (o descafeinó, según se mire), no. Coover va mucho más allá al presentarnos a un profesor emérito, un intelectual de primer orden, afamado, que vuelve a su ciudad natal, Venecia. Pinocho ha crecido, ha envejecido, y goza de una posición privilegiada. Sin embargo, ese retorno teóricamente idílico que protagoniza el profesor Pinenut (como así se hace llamar en la obra), será un retorno hacia todos y cada uno de los fantasmas de su pasado.

Con un humor en ocasiones grotesco, esta obra no le permite al lector un mínimo de descanso. Todo lo que vive el pobre Pinenut a su llegada parece fruto de una improvisada puesta en escena, es un jolgorio de dimensiones desconcertantes, una broma pesada que Coover aprovecha para hilvanar una historia sobre la decadencia —de la ciudad de Venecia, de un sistema de vida, de un hombre, de un sueño—. Pinocho en Venecia no es, pese al bizarrismo que desprenden sus páginas, una historia alegre, más bien es el relato de un alma corrompida, de alguien que finalmente cedió ante los vicios procedentes de la vanidad y la pedantería, lo cual provoca que Pinocho vuelva irremediablemente a su condición original. Es esta una de esas lecturas que perduran. 

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