Sciascia radiografía su tierra y sus costumbres, su Sicilia (reseña)

Inmersión, voz, simbolismo. Leonardo Sciascia cumple con tres de los requisitos imprescindibles para crear una crónica enriquecedora sobre aquello que mejor conocía: Sicilia. A través de los veinticinco relatos que comprenden Una comedia siciliana (Gallo Nero), el lector tiene oportunidad de sumergirse de pleno en la realidad social y política de la Italia de los años 40 y 50, aunque también en la época de Garibaldi o de los primeros años del siglo XX. Gracias a estas pequeñas historias encontramos a un Sciascia en estado de gracia, pues algunos de los relatos aquí presentes —escritos entre 1947 y 1975— son extraordinarios. De entre todos los textos, incluidos los dos presentes en el apéndice del libro que fueron publicados tras la muerte del autor, destaco «La paga del sábado» (1960), «El tesoro» (1961), «El miedo» (1962), «La estafa» (1967) o «La licenciatura» (1970), relato este último de un humor que me recuerda al absurdo más exquisito de los Monty Python.

Todos y cada uno de los escritos ofrecen, sobre todo, un retrato, punzante en ocasiones, de la realidad siciliana en un periodo convulso como fue la Segunda Guerra Mundial, esa época en la que la isla se vio invadida por fuerzas alemanas que se unieron a las tropas de Mussolini en la defensa contra los aliados. También está muy presente la lucha o confrontación entre el fascismo y el comunismo, y el miedo a mostrar o defender en público cualquier opinión política. Asimismo, Sciascia hurga en las deficiencias de un sistema corrupto, un sistema que premia a aquellos que protagonizan las mayores injusticias. Y, por si fuera poco, reflexiona sobre las penurias de una población que ve cómo su país se resquebraja, un país que no cumple su función protectora. 

Escribe Sciascia: «Italia era grande como para dar miedo al mundo: pero había un montón de gente a la que siempre le faltaban 99 céntimos para tener una lira». Comentarios como este cumplen esa función radiográfica de un país o territorio, el siciliano en este caso, que parece haber sido abandonado a su suerte en muchos periodos de la historia. Los personajes de Sciascia que aparecen en estos relatos —trabajadores de las azufreras o políticos mafiosos o simples campesinos de corazón noble— transmiten ese modus vivendi tan peculiar en el que las tradiciones, el honor y la palabra, la inocencia y el sudor de la frente son parte esencial. Sciascia interpreta su mundo de forma magistral. 

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