En la brevedad también se encuentra la grandeza (opinión)

Ya en las primeras décadas del siglo diecinueve, Aleksandr Pushkin tenía muy claro qué dos elementos eran ideales para la buena narración: precisión y brevedad. Resulta curioso que el "padre" de la literatura rusa moderna fuera de esta opinión, más cuando las novelas de este siglo se caracterizaban en su mayoría por su elevado número de páginas. Eran los tiempos del Realismo y Naturalismo, de las grandes historias, de las concienzudas descripciones físicas y psicológicas de los personajes. Todo debía ser narrado con sumo cuidado, sin escatimar detalles.

Las novelas decimonónicas son para muchos la "gran literatura". No seré yo quien niegue tal afirmación, si bien, siempre me he sentido mucho más atraído por esas historias mínimas que albergan un mundo entero. El reto de condensar todo lo que resulta necesario para armar una trama en unas pocas páginas, es un ejercicio de valentía. El escritor/a debe poseer un dominio del tempo, del lenguaje y de la estructura sin "andarse por las ramas", lo cual me sugiere que su destreza es auténtica, que estoy ante un literato de primer orden, como es Sara Mesa, autora de Mala letra (Anagrama), quien siempre ha creído que si algún día escribiría algo realmente bueno sería dentro del cuento. En este libro encontramos once relatos potentes, algunos de ellos magistrales, lo que para mí es "gran literatura", sin artificios ni piruetas. En la brevedad, aunque algunos sean contrarios, también se encuentra la grandeza.

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