Un viaje hacia territorios gélidos reales y metafóricos (reseña)

Hay libros que uno lee con sumo interés. Algo hay en ellos que nos envuelve hasta el punto de aislarnos por completo de la rutina diaria, de lo real. Seguramente, la conjunción imaginación-confidencia, es decir, ese viaje que nos permite ir de lo exterior a lo interior, y viceversa, sea la clave para lograr ese magnetismo que, lo advierto, es muy difícil explicar. 

Hermano de hielo (Alpha Decay) es un libro, a priori, raro —en el buen sentido—. Alicia Kopf, sobrenombre de Imma Ávalos, crea más bien un proyecto que podríamos considerar artístico. En realidad, diría que es el planteamiento de una investigación en la que Kopf busca relacionar dos realidades a través del significado del hielo, metafórica y literalmente. Este libro-novela-apunte es una exploración hacia los lugares más recónditos del planeta y de la mente, un viaje que comienza por la fascinación que su autora siente sobre el níveo paisaje de los polos y sobre aquellos seres que pusieron a prueba sus capacidades físicas y mentales con el objetivo de rubricar su nombre en los anales de la historia. 

Kopf comparte algunas notas y consideraciones sobre personajes célebres de la conquista polar como Amundsen o Shackleton, (re)descubre sus hazañas y contagia al lector esa pasión por alcanzar el mito. Ni qué decir tiene que esta parte del libro engancha a aquellos que siempre nos hemos conmovido con los protagonistas de esa Edad heroica de la exploración de la Antártida. Esa tierra helada nunca dejará de hipnotizarme, al igual que esa capacidad única que tiene el ser humano para hacer frente a las mayores adversidades. 

Esas expediciones describieron de un modo brutal esa lucha interna que todos mantenemos con nuestros propios miedos, algo que Alicia Kopf refleja también virando el rumbo de forma sutil y, para mí, inteligente, hacia territorios mucho más agrestes, como en los que a veces se sumerge nuestra mente de forma irracional. Y es que la narradora de esta singular historia comparte con el lector otro paisaje de hielo en el cual se encuentra su hermano que padece de autismo. La confrontación de ese territorio gélido real con el intelectual sorprende, y sientes alguna que otra punzada en el estómago al darte cuenta de esa realidad ausente en la que vive ese hermano, del dolor por no saber comprender o interpretar sus deseos. Aflora aquí un sentimiento de culpa fruto de ese enigma que va más allá de toda lógica. El silencio que precede a la huida, el amor categórico pero insuficiente... Existen muchas metáforas en esta obra que posee un calor purificador. 

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