Una relación incipiente, llena de anhelos, esperanzas, dudas (reseña)

¿Qué busco en la literatura? ¿Qué me atrae de un libro? ¿Qué elementos creo necesarios para cubrir mis expectativas como lector? Yo diría que cualquiera que disfrute con la lectura basa su juicio (a la hora de determinar si un libro o autor le convence o no) en dos aspectos: qué se cuenta y cómo se cuenta. Hay una gran mayoría que únicamente se fija en la historia, mientras que otros, como yo, valoramos también la parte estética de un libro, su tono y lenguaje, su estilo y forma. Estimo muchísimo más el arte de narrar, basado en la elegancia y el carácter, en la erudición no jactanciosa, que la capacidad de escribir al peso por el mero hecho de ver rubricado un nombre en una portada de letras doradas y en relieve. 

La literatura que no me incita a cierta reflexión, por ínfima que esta sea, no despierta en mí más que un sentimiento vacuo que prefiero evitar a toda costa. Es por ello que, cuando leo una obra que me permite comprender ciertos enigmas sobre los estados de ánimo, las atmósferas y la intimidad de los seres humanos, no puedo evitar regocijarme, como me sucedió al leer Una verdad improvisada (Pre-Textos), de la argentina Carmen M. Cáceres

Una vez más, la literatura en castellano procedente del otro lado del Atlántico capta toda mi atención por su naturaleza envolvente, rica en detalles, por la delicadeza con la que arman historias cotidianas, como la que se presenta en esta obra protagonizada por Clara y Bruno, una pareja cualquiera. Ambos se funden en una relación que, como todas las relaciones en un principio, es sinónimo de esperanza, un no sentirse solo en este mundo, ese anhelado impulso de compartir tu vida con el otro. Clara es la que narra esas emociones sinceras de entusiasmo y regocijo. Ella vive ese encanto deseado de todo enamoramiento, la necesidad del cuerpo, la exploración emocional de fundir dos almas en una sola. Sin embargo, también existen dudas y miedos. El pasado siempre acecha y los celos por relaciones anteriores emergen a la superficie hasta el punto de provocar cierta desestabilidad en ese vínculo que parecía inquebrantable. En este sentido, hay episodios en los que no podemos evitar detenernos y reflexionar, como cuando dice: «Ya se sabe, la profundidad de una huella también se debe a la escasa resistencia que ofrece el suelo: la huella existe porque antes, ahí, nadie ha entrado de esa forma». 

Como señalaba, la pulcritud con que Clara narra estos episodios consigue ese enternecimiento necesario para, de algún modo, vernos reflejados en esa historia que está impregnada de melancolía pero también de deseo. No es esta una literatura de grandes ideas, pero sí es una literatura capaz de potenciar algo tan sencillo en apariencia como el encuentro entre dos seres inexpertos, con sus carencias, pero también puros y deseosos por encontrar a alguien que, simple y llanamente, les quiera.

Una lectura, insisto, delicada, bien pensada, introspectiva. 

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