La importancia del libro antiguo

El escritor catalán Baltasar Porcel, comprador de libro antiguo, dijo una vez que estos volúmenes "te sumergen en un mundo extraordinario, de lo imprevisible" y, tras señalar que "mi patria son los libros, los que me han dado felicidad", añadió que "leer los libros antiguos es entrar en los siglos, como si los muertos dejaran de estarlo". Un hecho que quedó reflejado --de forma magistral a mi parecer-- en la novela de Helene Hanff 84, Charing Cross Road --que alguien muy especial me regaló en su día--. En este libro autobiográfico y epistolar, Hanff (apasionada, maniática y extravagante neoyorquina) nos narra el momento en el que reclamó a Frank Doel (encargado de la librería Marks & Co., de Londres) volúmenes "inencontrables" para apaciguar su sed de descubrimientos. Y estas experiencias no son únicas. Muchos de nosotros somos poseedores de una necesidad imperiosa: conocer otros mundos y realidades. Los libros permiten que uno pueda alcanzar esa meta. Además, y en el caso que nos compete, hacer una inmersión en el mundo de las reventas de libros y, sobre todo, de los libros antiguos, depara sus sorpresas.
Recuerdo un artículo de hace tiempo en el que Manuel Carrión, poeta y director durante un tiempo de la Biblioteca Nacional, apuntaba "Tantos años asomándome a los libros antiguos de la Biblioteca Nacional y no he tenido nunca la sensación de cansancio o repetición. Como en el amanecer del Humanismo, cuando gentes como el Marqués de Santillana preferían un códice a una finca, hay que volver, si es que se ha perdido al aprecio del libro antiguo".
Paradójicamente, en el mundo del libro antiguo también entran piezas contemporáneas, ya sea por importancia histórica y literaria, o por su escasez. Uno piensa que la antigüedad es a partir de los cien años --por mencionar una cifra--, pero ya muchas piezas contemporáneas o casi contemporáneas entran en el terreno del anticuario. Un ejemplo son las vanguardias del siglo XX, que significaron un cambio clave en la visión del lenguaje y la concepción del arte. Estamos, pues, ante un mundo vastísimo y lleno de posibilidades. Numerosos "ojos curiosos" deambulan por las ferias y librerías especializadas ávidos de ejemplares. Así, encuentran volúmenes con historia, manuales escolares ya en desuso, literatura española de las primeras décadas del siglo XX, y en definitiva, auténticas joyas bibliográficas. Libros para todos los gustos. Yo, como un alma quijotesca más, lector empedernido y ansioso por abrir nuevos horizontes en mi imaginación e intelecto no me pierdo estas ocasiones. Hace un tiempo no quise contenerme y compré --les hago una pequeña confesión-- dos pequeñas joyas. La primera de ellas, una edición de 1969 de la obra de José Ortega y Gasset El Espectador, un volumen antológico del gran pensador español, que edita y prologa Gaspar Gómez de la Serna. El otro manuscrito, que data de 1968, es la obra La quinta clase. Irrupción de los intelectuales en occidente y en el este, obra del intelectual y escritor austriaco Wolfgang Kraus. ¿Cuáles son los vuestros?

Comentarios

lamberto palmart ha dicho que…
Muy buen artículo, define muy bien la esencia del libro antiguo. Si quieres conocer un poco más a fondo el tema, visita mi blog "Mis Libros Antiguos" y los enlaces que encontrarás en él.
hhp//www.mislibrosantiguos.blogspot.com

Saludos cordiales.
Anónimo ha dicho que…
Hola Eric. Yo tengo un facsímil (1992, original de 1905) muy divertido. Se llama 'Novísimo arte de cocina', y en sus primeras páginas figura una ADVERTENCIA con joyas como la que sigue:
[...]"Se ha añadido á este tratado el modo de servir á la mesa y el arte de trinchar, para que todos aprendan á cortar y servir con galantería las aves, la carne de todas clases y caza mayor y menor, así como los pescados que se presenten en la mesa á los comensales.
El estilo literario que usamos en la obra es muy familiar y está al alcance de todas las inteligencias, por ofuscadas que éstas sean."
No tiene desperdicio. Hablamos.
maica ha dicho que…
Hola Eric. No, anónimo no, que soy Maica. Le di a anónimo. Sorry.

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