El retrato crítico y también compasivo de una madre (reseña)

Else Schrobsdorff, o Else Schwiefert, o Else Kirschner, fue una hija, madre y esposa singular. Nacida en el seno de una familia judía de Berlín, desde bien pequeña se mostró contraria a toda ley y regla establecida. Nunca entendió por qué al llegar la Navidad no podía disfrutar de un árbol decorativo como el resto de niños de su edad. Tampoco comprendía que se le negara la opción de obtener regalos y jugar con ellos. ¿Por qué era ella diferente? Esa pregunta, por más que siempre huyera de ella, la acompañó hasta el final de sus días. ¿No era ella, acaso, alemana? ¿Su lengua no era el alemán, su cultura? 

Como joven educada en el judaísmo, solo podía aspirar al matrimonio con otro judío. No obstante, claro, Else se enamoró de un joven poeta alemán, católico, Fritz Schwiefert, con el que se casó en contra de los deseos de sus padres y con el que tuvo un hijo, Peter. Luego, fruto de esa actitud un tanto rebelde o libre de ataduras —según se mire—, Hans se convertiría en su amante, y con él tendría otra hija, Bettina —que no supo hasta muchos años después quién fue su verdadero padre—. Y por último, tras diversas tensiones y celos, Else conocería a Erich Schorbsdorff, y fruto de ese amor nacería Angelika, la autora de Tu no eres como otras madres (Periférica & Errata naturae), obra en la que ofrece un retrato crítico y compasivo de su madre,  persona que desafió durante su juventud y parte de su madurez los estamentos y creencias a los que, en teoría, debía servir fielmente.

A través del relato de Angelika somos testigos de esa vida bohemia, un tanto rijosa, de las clases altas del Berlín de esas décadas, donde en un mismo hogar podía convivir una pareja con sus respectivos amantes, donde todo eran fiestas, sesiones de teatro y largos paseos y charlas. Sin embargo, todo ese esplendor o locura se tornó en terror y confusión por culpa de un señor llamado Adolf Hitler y sus acólitos. Así pues, el lector asiste al declive de una vida que parecía ideal, risueña, bulliciosa. 

Alternando la narración de los recuerdos de Angelika con la transcripción de distintas cartas, conocemos el periplo de Else para sobrevivir a esa época del horror, emigrando a Bulgaria, convirtiéndose al cristianismo ortodoxo, perdiendo a un hijo, enfermando... Es este un texto de sinceridad contundente, en el que muchas veces se intuyen los reproches de la autora hacia su madre, pero en el que también advertimos el cambio sustancial de mentalidad de esa madre que siempre se sintió culpable e impotente por no proteger a sus hijos de toda la crueldad e incongruencia de este mundo que en demasiadas ocasiones ha demostrado ser un cenagal de penas y amarguras, de asco y vértigo, de alaridos y muertes violentas. 

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