Leer bien para educar bien y evitar la pérdida de juicio (opinión)

Sé que en multitud de ocasiones resulto pedante, que parezco un sabiondo. Muchas de mis opiniones quizá hacen de mí una persona engreída, arrogante. Soy crítico, muy crítico, sobre todo en cuestiones que me atañen directamente. De ahí que mi tono sea demasiado duro, aunque espero que no hiriente; no soy un sádico.

Sí me definen como un ser aburrido, alguien que no despierta interés, simple y llanamente por creer en una vida sosegada, una vida dedicada a la instrucción, lo cual no significa que no me divierta o que sea un ser ajeno a la sociedad —nada más lejos—. Pero bueno, todos sufrimos algún tipo de desprecio, ¿no es cierto?

Cuando tildo de muy preocupante los índices de lectura en este país, así como el contenido de algunos de los libros más vendidos, no puedo andarme con rodeos. La cosa está mal en España, es así. Sé que muchos rebatirán cualquier argumento asegurando que no soy quién para juzgar qué es bueno y qué no. No obstante, puedo contrarrestar fácilmente arguyendo que todo aquello que evite que nos perdamos, que provoque que pensemos por nosotros mismos, es lo que merece estima, lo que debe inspirarnos. Tengo una opinión del ser humano y de la sociedad en la que vivo demasiado elevada. Pienso que todos ansían superar esos miedos que generan la hipocresía y la mentira, que todos trabajan por alcanzar el bien común. Para ello la educación es la clave, y lograr una buena educación pasa por leer, y leer bien, y seguir leyendo. 

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