Cuando me robaron la bicicleta y mi memoria

¿Qué es justo y qué no lo es? Ante la ola de desgracias que azotan nuestro mundo, quizá la pregunta sería más bien: ¿existe la justicia? Mis días de confusión permanente son cada vez mayores. Aumentan como aumenta el precio del crudo. No sé muy bien qué creer ni a quién creer. Lo único que sí sé es que hoy me robaron la bicicleta y parte de mi memoria. Son fiestas aquí donde vivo. Dicen que en ellas recordamos nuestros orígenes como pueblo, que honramos a nuestra patrona y que todos “somos hermanos”. Seré yo la oveja negra, puesto que solo veo ríos de alcohol que producen imágenes deprimentes a mi alrededor, situaciones penosas que encogen mi corazón. Nueve largos días en los que “todo vale”, en los que ya no existe ni el civismo ni la dignidad. Nueve largos días que transforman tu entorno, convirtiendo en oscuridad todo aquello que otrora devenía en luz y bienestar. 
Esta ciudad tan mía, de la que siempre quise huir cuando era chico, se hace mucho más grande, pero no evoluciona. La confusión del divertimento con el libertinaje festivo provocan un aumento de la delincuencia y, como no podía ser de otro modo, aquellos que se dejan seducir por ella actúan más que nunca. En consecuencia, y como dije, hoy me robaron la bicicleta y mi memoria. Sin quererlo ni beberlo, me han despojado de un recuerdo. Esa bicicleta azul con sillín de cuero y muelles cromados, ligeramente oxidada, de manillar curvado y duro freno era de mi ‘iaio’. Larga vida tenía ya la pobre. Por ese motivo, en parte, decidí recuperarla. La razón principal, cómo no, era poseer algo de mi 'iaio', que hacía un tiempo nos dejó. La restauré como pude y decidí resguardarla en el garaje común de la finca donde vivo. Hoy, al parecer, entre tanto petardo, música folclórica, cervezas y vinos, unos maleantes entraron y se la llevaron junto a otras pobres víctimas de dos ruedas que allí pasaban los días. La rabia que siento por este suceso --y siento mucha-- no la causa el hecho de que alguien haya sido capaz de robarla. Mi rabia se produce porque se han apropiado de un recuerdo ajeno sin pedir permiso, sin preocuparles el valor sentimental que pueda o no tener. ¡Cobardes! ¿Y qué puedo hacer en consecuencia? Pues, por desgracia, lo que nos enseñan cada día en este país desde hace ya largo tiempo: agachar la cabeza. La impotencia, por más que lo neguemos una y mil veces, es un símbolo de nuestros días. ¡Menuda mierda!

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