El fenómeno Hocking

Amanda Hocking. También conocida como el "terror de las editoriales". ¿Por qué? Pues porque ha logrado desafiar al mercado del libro y, a pesar de lo que muchos creían, le ha vencido. La joven de 26 años, de la que dicen es una "escritora indie" --algo que no sé muy bien qué narices significa--, se ha hecho famosa por vender sus libros directamente en la red, sin intermediarios, sin una editorial que "vele por sus intereses" y la represente. De ese modo ha logrado embolsillarse, ella solita, la friolera cifra de casi un millón de dólares en un solo año. Como dice una amiga mía: ¡agüita de coco! Y sí, han leído bien, un "kilo". Ya quisieran algunos, yo sin ir más lejos.
¿Y qué problema hay en que una chica de Minnesota --existe vida en ese lugar-- gane esa pasta con sus novelas de vampiros para púberes? Para las editoriales supone no tener en nómina a un superventas, es decir, no ingresar pasta a raudales. Para gente como yo, poco dada a las autopublicaciones, me resulta un precedente un tanto peligroso. Sé perfectamente que las casas editoriales son empresas que buscan beneficios. Sin embargo, juegan un papel vital para la selección de obras. Dicho de otro modo, la editorial hace las funciones de un colador, filtra lo que realmente vale la pena leer --o eso nos creemos--. Con esto quiero decir que, bajo una mirada utópica que busca el crecimiento intelectual por encima de todas las cosas, el que uno se autopublique sin haber pasado previamente por la lavandería editorial puede resultar, a la larga, una seria complicación. ¿Cuál? La demagogia, por citar un ejemplo. Quizá todo aquello que digo suene un tanto elitista o que restrinja la libertad de expresión. No es esa mi intención, ni mucho menos. Solo pienso que disponer de un mecanismo regulador permite que lo realmente bueno salga a la luz. El que una obra haya pasado por un estricto control y finalmente se publique simboliza un auténtico triunfo para el escritor, significa que el trabajo realizado merece la pena. Si uno se autopublica toda esa aventura --que tiene momentos de grandes alegrías y penas, todo hay que decirlo-- no tiene lugar. Muchos me dirán: "lo importante es contar historias, ¿qué mas da cómo lleguen a nosotros?" Y yo les contestaré: "importa, y mucho, porque, efectivamente, lo importante es contar una historia, pero hay que contarla bien". El trabajo del escritor es una tarea ardua, que se mantiene en evolución constante para buscar nuevas formas de expresión, nuevas técnicas. No basta con haber leído mucho o conocer el lenguaje a la perfección. Esas son las pequeñas grandes cosas que las editoriales tienen en cuenta y por ello les aburro con esta reflexión. 

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