Abandonando toda intención de adorar (reseña literaria)

Les ruego encarecidamente que dejen a un lado cualquier idea preconcebida. No sean escrupulosos ni alcen la bandera del convencionalismo literario, porque se llevarían un tremendo chasco si decidieran leer Menos joven, obra de Rubén Martín Giráldez. Les ruego encarecidamente que la lean, eso sí. Se reirán y comprenderán que la vida es mejor si cuenta con una pizca de enloquecimiento verbal, si gozamos de las artes y las letras como meros instrumentos del placer, tanto visuales como sentimentales, si jugamos con el lenguaje y rompemos de tanto en cuanto los guiones establecidos y nos saltamos alguna que otra norma sin sentido aparente. 
Necesitados, en los tiempos que corren, de humor, sarcasmo e ironía, ¡del absurdo! --claves de mi mundo irreal--, me reconforta tremendamente toparme con obras como esta en las que uno aprecia el divertimento de quien la ha escrito, su gracia y salero. Editado por la editorial aragonesa Jekyll&Jill, Menos joven es una sorpresa constante, desde su doble portada a las anotaciones que aparecen escritas en los bordes de algunas páginas, simulando la escritura de un lector aventajado --por haber leído la novela antes que nosotros--.
La trama o historia que Martín Giráldez teje página a página no es, ni mucho menos, convencional. Más bien, todo lo contrario. Imaginen que en un futuro existiera un programa radiofónico llamado El peinado de Calígula, dirigido al público infantil pero protagonizado por adultos que se dirigen a los niños como si fueran adultos, y cuyo concursante, Bogdano --retengan ese nombre en sus mentes--, es una cabeza montada a caballo que va en busca de sus ídolos literarios para darles caza. Sí, han acertado. Es una locura  ingeniosa. Una locura que juega con el lenguaje, que está repleta de referencias literarias y que permite al lector reflexionar sobre el peligro que conlleva ensalzar figuras, de crear divinidades --siempre peligrosas--. 
Quisiera pensar que Rubén Martín Giráldez, al igual que hiciera Umberto Eco --"Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca"--, mediante este ejercicio humorístico, nos avisa de los posibles engaños y triquiñuelas que aquellos seres que creemos superiores practican. Es más, estoy convencido de que, en realidad, nos dice alto y claro que confiemos en nosotros mismos, que somos alguien. 

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