Extrañas criaturas que sirven para moralizar (reseña literaria)

En el 2013 fueron varios los escritores que abandonaron la vida terrenal. No les culpo, visto el circo esperpéntico en que se ha convertido todo esto. Se han evaporado, entre otros, premios Nobel, filósofos del límite, ensayistas comprometidos, filólogos medievalistas, el creador del enigmático Maqroll, el poeta eléctrico y el creador de monstruos más inclasificable de las letras españolas, Javier Tomeo.
Raro, bien raro. Irreverente casi siempre, cautivador hasta la eternidad, mordaz y dueño y señor del absurdo más enigmático que he tenido el placer de leer. Tomeo logró crear a lo largo de toda su trayectoria un mundo totalmente ajeno a cualquier doctrina, indiferente a todas esas endiabladas modas que suelen arrastrarnos para vender humo. El autor aragonés no era un autor de artificios, no engañaba al lector, más bien podría decirse que lo suyo era el estilo directo. Su ironía y extraordinaria crítica la disfrazaba convirtiendo a sus personajes en extrañas criaturas que protagonizaban historias que brotaban del inconsciente. ¡Qué imaginación la suya don Javier!
Constructores de monstruos (Alpha Decay) es su última novela publicada, cuya lectura te divierte enseñando y desvelando algunas certezas sobre un país que él veía desmoronarse poco a poco. Uno lee: "En este país las cosas irían mejor si la gente supiese algo más aparte de las propias de su profesión". Es Raimonius von Bernstein el que habla a Tadeusz von Rippstein, pero bien podría ser el vecino del cuarto izquierda hablando con la peluquera del bajo. Tomeo escribe sobre las clases sociales y la cúpula política, escribe sobre tipos horribles que carecen por completo de cordura, escribe de forma gamberra pero muy consciente de las actitudes y aptitudes de los seres humanos, capaces de hacer lo mejor y lo peor. "... si en este mundo hay monstruos es para que nosotros, que también estamos en él, nos consolemos pensando que podríamos ser peores de lo que somos", nos dice. 
Raimonius y Tadeusz crean finalmente a Karolus, un monstruo de excesos y defectos, como todos nosotros, un monstruo que ejemplifica nuestras carencias, debilidades e inseguridades. Todo puede parecer caricatura, pero si el lector reflexiona encuentra múltiples coincidencias con su día a día, lo que demuestra el grado de implicación social de un autor que siempre supo o intuyó que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, seguiremos siento "tan estúpidos, ignorantes y crueles como siempre". La literatura de Javier Tomeo es necesaria. Javier Tomeo es necesario. 

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