La vida como cuento, un cuento hecho vida (reseña literaria)

Llegué a Sergio Pitol, como con tantos otros, por obra y gracia divina de un señor que es pura literatura, pura ficción, llamado Enrique Vila-Matas. Aprovecho ahora para agradecerle a Enrique tan egregio presente. Gracias Vila-Matas por transfundir el universo de este autor mexicano de humor refinado y mordaz, de mirada desencantada de la realidad.
Existe una pregunta que revoletea constantemente por mi mente --y la de muchos otros-- que es ¿por qué Pitol no goza del renombre de otros autores, digamos coetáneos, como García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa o Cortázar? Aun ganando el Premio Cervantes, y siendo, como es él, un autor de extraordinaria imaginación y sutileza, Pitol parece no pocas veces olvidado en algunas de esas terribles e innecesarias listas de imprescindibles. Pues bien, amigos míos, para que quede constancia, Pitol es único e irrepetible. Dicho queda.
Para adentrarse en la narrativa del mexicano Los mejores cuentos (Anagrama) es una opción perfecta. Una especie de prólogo escrito por Vila-Matas --que más bien es una confesión en toda regla del "amor" que siente el catalán hacia el mexicano--, nos sumerge en la embrujada obra cuentística de Pitol. ¿Y qué decir de ella? ¿Cuál podría ser la característica principal de su producción literaria? Realmente, cuando uno lee a Pitol no sabe si lo que cuenta es realidad o es ficción, o ninguna de las dos cosas. Uno tiene la sensación de que Pitol juega a engañarnos una y otra vez, haciéndonos creer que lo real realmente cobra sentido una vez ha sido escrito, narrado. Ya lo decía Juan Villoro: "La narrativa de Pitol no busca aclarar sino distorsionar lo que mira". 
En cada uno de los cuentos que conforman esta antología existe un misterio que nunca se revela; mejor así, pues es mejor dejar a la imaginación libre, abandonar toda certeza, divertirse un poco, al fin y al cabo. Intertextualidad, ensayo, creación, historia, leyenda, mito... Cuando uno lee a Sergio Pitol se abre ante sí un sinfín de posibilidades. Como bien señala Vila-Matas, el mexicano es "un maestro en fingir que le sorprende descubrir que su vida entera se ha transformado en cuentos. Un profundo conocedor de la victoria de la invención sobre la vida misma".
Lector aventajado, genio de la ocurrencia, humorista --¡por qué no!-- y transformador de realidades, poder ahondar en la figura de este hombre de letras, de este maestro de la gestualidad, es puro gozo. Y si eso no les convence les diré que Pitol es un escritor de eterna sonrisa: "...ríete, ríe por favor a mis costillas". 

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