No temer a la confesión, no callar, no silenciarse (opinión)

"Su voz temblaba al decir era, como con la vergonzosa impresión de estar mintiendo. Ella tenía eso, vergüenza de conjungar". Laurent Mauvignier logra en Lejos de ellos (Cabaret Voltaire) sacar a relucir el silencio, aquello que nos callamos, bien sea por vergüenza --como dice-- o miedo. El temor por no saber qué decir o por saber que aquello que uno dice puede herir al otro o defraudarlo siempre está presente en nuestras vidas. Por eso muchos optan por enmudecer o, incluso, por distorsionar la voz. Confesarse significa en la mayoría de ocasiones quedar desnudo ante el otro, ante el mundo. De ahí el sentimiento de retraimiento. Sentimos que somos seres indefensos, a merced de cualesquiera. Lo no dicho, por el mero hecho de no ser pronunciado, nos salva. Pero eso es una mera ilusión, pues en el interior de cada uno, germina el desasosiego.
Cuando uno cree ser devorado por la propia imposibilidad de expresar una opinión o sentimiento, ese silencio te hace esclavo. Y de nada sirve, porque llega un momento en el que ya no sabe dilucidar qué es real y qué no, qué vale la pena ser contado y qué no. Es entonces cuando se pierde la capacidad de comunicar, cuando uno se encierra en sí mismo y poco a poco cae en el olvido. Si algo tiene el ser humano es, precisamente, la virtud de poder expresarse, bien a través de un gesto, o de la palabra. Si nos autocensuramos, si callamos, si no nos sinceramos, ¿qué nos queda? La muerte en vida, la nada.

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